Aunque lo de esculpir viene de las tallas de sílex, de los huesos y de las fértiles piedras femeninas de la Prehistoria, son los griegos los que, en el siglo V a C., toman la iniciativa de crear técnicas de escultura; es cuando se empieza a hablar del canon de la figura humana estudiando sus proporciones destinadas, la mayor parte, hacia las deidades, pero también a representar personajes de la vida política y cultural.

El objetivo de los retratos escultóricos es representar la inmortalidad, el reconocimiento para que ese personaje pase a la posteridad y no quede en el olvido, es por ello que las calles y las plazas de muchas ciudades del mundo están sembradas de esculturas recordando una historia que, a veces, es mejor olvidar. Suele ser muy elocuente, en la trayectoria política de un país, quitar y poner esculturas, valdría para hacer una tesis, sino la hay ya, de cómo se ha desarrollado su historia. Aquellos retratos escultóricos, que un día fueron dioses venerados y luego se convirtieron en fuego de fundición, forman parte de gobiernos de tendencias y no precisamente artísticas. Que derribaran las esculturas de Stalin y dejarán las de Lenin en las calles de los países de la Unión Soviética, tiene un significado, que José Martí sea omnipresente en Cuba y no Fidel, también.

Lo que es curioso son aquellos que permanecen indelebles en el tiempo y, aunque sean cuestionados, las divergencias sociales y políticas los posicionan en eternos refutados, como el amor y odio que genera Cristóbal Colón en América y también en España. Querían quitar la escultura del Central Park, al final la dejan, aunque yo la pondría al lado de la Estatua de la Libertad, sería una manera de significar las importantes dimensiones.

*Pintora y profesora