A los moradores de este sagrado país nos va el rollo de las reuniones, una detrás de otra. Cuántas más, mejor, pues son sinónimo de hacer las cosas bien y de trabajar duro, aunque a priori ciertos encuentros no tengan sentido alguno, y solo busquen aparentar de cara a la galería. A eso mismo juegan con maestría algunos de nuestros políticos de cabecera. Aunque si alguien se lleva la palma, ese es nuestro otrora defenestrado, hoy reelegido por las hordas socialistas, Pedro Sánchez, que está publicitando a bombo y platillo las reuniones que mantiene con otros grupos parlamentarios como Podemos o C’s, con los que pretende sellar acuerdos diversos que, a ser posible, conduzcan al derrocamiento del régimen marianista. Al menos eso es lo que pretende hacer con Iglesias y la familia podemita, un frente anti PP que tumbe las políticas de Rajoy, aunque con Rivera el término de las conversaciones no vaya en esa línea sino en la de cooperar y sacar adelante políticas sociales que mejoren los estándares de vida de los españoles o medidas como la supresión de los aforamientos y el cambio de la ley electoral. Por supuesto, nada que entrañe la desestabilización del país. Curiosa forma de hacer realpolitik la de Sánchez, pero sobre todo, enajenante, bipolar y recurrente. Predica el activismo contra Mariano al tiempo que se posiciona cercano a las tesis conciliadoras de C’s, y por supuesto, repite el formato de la reunión que empleó en el 2016 cuando pretendía formar gobierno. ¿Será verdad, como apunta Garzón, que el socialista ha entrado en «bucle»?

*Periodista y profesora de universidad