Cuando Ranko Popovic ordenó el cambio y Diego Rico saltó al césped en lugar de Jaime, el lateral escuchó una pitada bastante notable, importante en número. Después, con el partido ya consumiendo sus últimos instantes, Lolo también se oyó lo suyo al entrar por Galarreta, pero en una medida algo inferior. La afición de La Romareda quiso dejar constancia así de su opinión sobre el papel y el rendimiento de ambos futbolistas a lo largo de esta temporada, claramente reprobatoria.

La compresión de la grada con el proceso profundo de cambio en el que está inmerso el Real Zaragoza desde el verano es máxima, como debe ser, y su capacidad para tolerar primero y perdonar luego tantas cosas como hayan hecho falta, infinita. Esta afición viene de vivir lo que ha vivido y está curada de espanto. Sin embargo, sobre todo con Rico y con Lolo ha perdido la paciencia. Todo tiene un límite. No es lo ideal, porque Rico salía a dejarse la piel por el Zaragoza, pero la libertad consiste precisamente en esto. En respetar cualquier opinión. Estas también.