Las propuestas pactadas ayer por el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, y la cancillera alemana, Angela Merkel, suponen un giro en cómo la eurozona ha afrontado la crisis hasta la fecha, pero solo la concreción de las mismas durante las próximas semanas y la reacción de las bolsas a corto plazo permitirán saber si apuntan en la dirección correcta. Parece razonable y realista que estimular el crecimiento, controlar el déficit y defender el euro sean objetivos ineludibles. También parece útil para lograrlo que se cree un Gobierno económico de Europa --un fondo monetario europeo, en palabras de la cancillera-- y que la creación de los eurobonos sea consecuencia de la convergencia fiscal y de las políticas presupuestarias, y no un paso previo.

EQUILIBRIO PRESUPUESTARIO

En cambio, abre más interrogantes la incorporación de una regla de oro en las constituciones de los países del euro, similar a la aprobada en Alemania en el 2009 y bastante ambigua, que obligue a los gobiernos a garantizar el equilibrio presupuestario. En todo caso, de convertirse en realidad, deberá ser un precepto lo suficientemente flexible como para no asfixiar las políticas sociales y permitir que aumente la presión fiscal si ello es preciso para poderlas llevar a la práctica. Sin capacidad de adaptación, establecer el equilibrio presupuestario como una norma inviolable sería tanto como atar a los gobiernos de pies y manos y someter sus decisiones a criterios estrictamente contables.

IMPUESTO FINANCIERO

En términos generales, Sarkozy ha aceptado el programa de choque que la cancillera llevó a París, y ella ha incorporado a sus demandas la del presidente de Francia de fijar un impuesto sobre las transacciones financieras. Una medida cuya traducción práctica no estará exenta de tiranteces y que exige, una vez más, el acuerdo de todos los estados.

NUBARRONES EN EL CRECIMIENTO

La confirmación país a país de los malísimos datos de crecimiento del segundo trimestre, más las dudas cada vez mayores relativas al crecimiento de EEUU y la sospecha de que la economía global puede encarar una segunda recesión, exigían alguna reacción de Francia y Alemania, núcleo duro del euro, para defenderlo. La diligencia en aplicar las medidas es indispensable para que surtan efecto.