Nunca sabremos qué hubiera ocurrido si Natxo González hubiese mantenido en Vallecas su plan habitual y teniéndoselo, porque es obligatorio en la vida y en el fútbol, le hubiese guardado algo menos de respeto a un Rayo Vallecano tremendamente respetable, con calidad individual, ritmo de juego, presión, posicionamiento y precisión por encima de la categoría. Es hablar por hablar y hasta el mejor escribiente tiene un borrón. Con un propósito más conservador, al Zaragoza tampoco le sirvió y perdió con justicia como consecuencia de sus pocas intenciones ofensivas y, sobre todo, de dos errores individuales en defensa: un fallo concluyente de Mikel en la salida del balón y un mal achique de Benito. En otros escenarios se han repetido situaciones similares aunque sin penalización. De Tomás y Trejo no fueron condescendientes y sus disparos estuvieron fuera del alcance incluso para un ángel volador como Cristian.

La derrota provoca el lógico abatimiento y pone los pies sobre la tierra al Zaragoza, que se había ganado pelear por el cielo tras ocho victorias en las anteriores nueve jornadas. Ahora son ocho en diez, una cifra también extraordinaria que el mal partido de Vallecas no ensombrece. El triunfo del Oviedo contra el Nástic saca al equipo aragonés de la zona de playoff, pero no le debería desviar de su buena línea futbolística y de resultados, de la fe que le ha traído hasta aquí, de su ambición y de su plan de juego. Con ellos se hizo aspirante a soñar por el ascenso directo y con ellos deberá asegurar ahora el playoff. Méritos ha hecho de sobra para creer que es posible.