Víctor Muñoz es como es. A unos no les gustará nada y a otros les parecerá estupendo. Cuestiones de empatía y de valoración profesional. Víctor ha sido uno de los futbolistas aragoneses más importantes de la historia, con una carrera espectacular a sus espaldas y decenas de internacionalidades mediante. Y un entrenador de éxito, autor intelectual de los dos últimos títulos del Real Zaragoza, de inolvidable recuerdo. Como se podrá comprender a la luz de los hechos, un hombre de fútbol de trayectoria eminente y de obligado respeto. Voz autorizada. Hace ahora ocho días, este diario publicó una entrevista con él encuadrada en el serial que repasa las brillantes memorias del club a través de sus personajes. Este fue uno de los juicios de Muñoz sobre qué le ocurre al Zaragoza contemporáneo. «Es un equipo de Primera al que todos los equipos de Segunda le juegan a un ritmo distinto, siempre es el rival a batir. La historia es superior a la del resto y los oponentes se exprimen. El equipo debe tener un plus para superar esto. Hacer un equipo competente, con jugadores que den algo distinto. Solo con el nombre del Zaragoza no se va a subir. Tiene que haber un plus diferente».

En esa reflexión está contenida la cruz con la que carga la actual plantilla. En el Zaragoza de hoy, salvo excepciones, los jugadores y los técnicos buenos se hacen regulares, los regulares malos y los malos, pésimos. Para alcanzar un rendimiento similar, aquí ha de haber futbolistas mejores que en otras plazas. Esta plantilla no solo no tiene ese perfil diferencial, ese plus de más, sino todo lo contrario. Y así, claro, las costuras se descosen con más facilidad.