La realidad demográfica aragonesa se viene perfilando desde hace años. Es una de las comunidades con la población más envejecida. Se puede interpretar como una muestra de fortaleza vital en lo personal, incluso de darse en un territorio que debe aportar condiciones favorables en lo sociológico o medioambiental para que la longevidad sea más significativa que en el resto del Estado. Sin embargo, lo que evidencia sobre todo es la falta de relevo generacional. Casi en el 80% de las comarcas aragonesas hay más mayores de 65 años que menores de 15. Y las cifras que recogen el índice de envejecimiento, según el Instituto Aragonés de Estadística, no hacen más que confirmar que se acentúa la despoblación de los más jóvenes en el medio rural, mientras en las ciudades y --especialmente en Zaragoza-- el desequilibrio es menor. La composición demográfica que dibuja este mapa de cifras también revela las dificultades para abastecer de los servicios necesarios a tantos núcleos dispersos... y la necesidad de hacerlo. Para dar cobertura a una población que, por edad, exige más recursos y para evitar que la marcha de los jóvenes ahonde la brecha.