Hay políticos que no aprenden. Elección tras elección, llegan al poder, respaldados por los votos de sus conciudadanos, y ya piensan que han sido ungidos por Dios y que sólo a él le deben cuentas. Es un mal endémico el de esos malos políticos que gobiernan para sí mismos y, después, para los que les han votado. Olvidando que la democracia les permite llegar al poder por una mayoría, sí, pero que una vez allí, su obligación es pensar en el bien común, sean votantes o adversarios encarnizados. Lo vemos constantemente en las noticias: en Cataluña, con unos independentistas con mayoría que tienen intención de laminar a esa mitad de ciudadanos que no son de su cuerda; lo vimos ayer con la comparecencia de un soberbio Rodrigo Rato en el Congreso, que eso sí que deja sin palabras. Tener el poder en la mano, aunque sea con acuerdos contra natura, parece investir a los malos políticos de la autoridad para hacer lo que les dé la gana. Eso también acaba de pasar con la investigación de lo que ocurrió durante el temporal de nieve en la AP-6. Vale, la naturaleza es imprevisible y el ciudadano también tiene que aceptar su responsabilidad, si la hubiera. Pero de ahí a que el político de turno se cachondee, ya parece un poco excesivo. Señor director de la DGT: usted trabaja para mí. Y lo menos que puede hacer es cumplir, mejor o peor. Ha habido un caos de gestión y usted no estaba en primera fila. Ahora, lo que toca es humildad, arremangarse y procurar que no se repita. Habrán observado que lo de dimitir ni lo nombro. Para qué, si en este país nadie dimite…

*Periodista