La segunda asamblea ciudadana de Podemos ha terminado con una victoria inapelable de Pablo Iglesias, desde ayer líder indiscutible del partido, que contará una amplia mayoría en sus órganos de gobierno y que ha logrado el apoyo de las bases a su proyecto organizativo e ideológico basado en una presencia combativa en las instituciones sin abandonar la calle junto a los movimientos sociales que precedieron al partido. La crudeza de la batalla ideológica de las últimas semanas, con enfrentamientos que han llegado a parecer personales y con acusaciones cruzadas de malas artes obligan al secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, y a su equipo a administrar esta clara victoria pensando en la necesidad de reconstruir la ilusión de las decenas de miles de personas que han participado activamente en el debate y constituyen el patrimonio más valioso de este partido acechado por la presión de todos aquellos a los que pretende despojar de sus privilegios.

Los ganadores están legitimados para aplicar lo que han propuesto pero también deben pensar en la necesidad de recuperar la ilusión de los militantes que en las dos jornadas de debate en Vistalegre II se han desgallitado exigiendo unidad a la vez que expresaban con contundencia cuáles eran sus preferencias. La consecuencia de ese clamor no puede ser en ningún caso la purga al estilo de la vieja política sino la integración de Íñigo Errejón y de lo que su figura representa dentro del partido.

Por otro lado, la estrategia aprobada en esta segunda asamblea ciudadana abre muchas incógnitas respecto al futuro de la unidad de la izquierda en España. El camino legítimamente elegido por los militantes de Podemos es el de profundizar en la brecha entre la vieja y la nueva política sin distinguir ningún tipo de matiz ideológico. Esa es una senda sin duda atractiva para aquella parte de la sociedad que se ha sentido maltratada y traicionada por la izquierda que ha gobernado en España. Pero hasta ahora no se ha demostrado que genere las mayorías necesarias para desplazar al Partido Popular del poder ni en los peores momentos de sus escándalos de corrupción ni de la crisis económica. Esta estrategia puede provocar en la próxima renovación del PSOE un efecto rebote de manera que de inmediato la prioridad de unos y otros sea la lucha por la hegemonía en la izquierda antes de la lucha por la hegemonía en la sociedad.