He tenido ocasión de escuchar un par de veces a Juan Carlos Monedero, el ángel caído de Podemos, y debo admitir que su rayo verbal no me ha partido el alma. Demasiado brusco, excesivamente ácido, y todo con una voz demasiado elevada (en el tono) para mi gusto...

Monedero, en su reciente adiós a Podemos, más parecido a un portazo, ha dicho que se va porque se siente traicionado, sospechando --siempre con esa voz alta y ácida suya-- que quienes dirigen el partido --en clara alusión a su secretario general, Pablo Iglesias-- han comenzado a renunciar a sus principios utópicos, fundacionales, básicos, para imitar y parecerse a esas otras fuerzas a quienes despectivamente siguen conociendo como la casta.

Por parte de Monedero, esta salida dimisionaria parece obedecer a un despecho. Porque no es verdad --no, al menos, todavía-- que sus antiguos compañeros se hayan integrado en el statu quo. Que dicho acoplamiento pueda suceder en un futuro más o menos cercano, es algo a tener en previsión; pero cada cosa, cada cambio o mudanza a su debido tiempo.

Hoy por hoy, Podemos no se parece a ningún otro partido. Surge de la insatisfacción de la calle, de la Universidad, de los indignados, y se nutre, más o menos a partes iguales, con la utopía y el escándalo.

Utopía necesaria, como cantaría Paco Ibáñez, que viene a vernos con el Festival Sin Fronteras; utopía de valores cívicos elevados a la más rigurosa aplicación; utopía de igualdad, fraternidad, por un gobierno limpio, equitativo, eficaz... Y el escándalo como combustible por los casos de corrupción que han convertido nuestro país en una cueva de manoslargas, muchos de ellos con carné de partido político, nadando, robando y guardando la ropa tanto a la orilla derecha como a la izquierda.

Por eso, por la ilusión, por la decepción, Podemos. Por la utopía y la crítica, Podemos. Pero, además del plano teórico, sentimental, visceral, hay que hacer un programa. Habrá que tomar medidas, firmar decretos, quizá, ya no los dirán los líderes de la era post--Monedero, nacionalizar bancos, redistribuir viviendas... ¿Y qué hacer con las ventas de armas, con las nucleares y térmicas... Programa programa, programa, repetía Felipe González. Monedero se ha ido antes de hacerlo. A lo mejor, porque no tenía trabajo.