Por fortuna, Podemos ha acabado ya su proceso congresual. Por fortuna porque así se ha cerrado, esperemos, un periodo desafortunado y desagradable en el que, con la excepción de las propuestas de los Anticapitalistas, todo fue ruido y viejísima política. Cierto que los medios de comunicación, cada vez más convertidos, hablen de política, de deporte o de lo que sea, en prensa de un corazón que transforman en la víscera más repugnante, se han regocijado en lo menos político del proceso y han contribuido a convertir el congreso en una especie de reality en la peor tradición de la telebasura. Pero la responsabilidad fundamental es, sin duda, de la dirección de Podemos, que no ha sabido salirse de esa trampa e, incluso, la ha alimentado de una manera tremendamente imprudente. Una vez llegados aquí, lo que cabe esperar es que se sea capaz de retomar la senda de la política y abandonar la de las luchas por el poder.

Para ello, es necesario comprender que los proyectos en litigio dentro de Podemos no son, en absoluto, antagónicos, sino más bien complementarios. La diferencia, a mi modo de ver, no es de estructura de la frase, por decirlo metafóricamente, sino de dónde se coloca el acento. Pero esas diferencias de acento, si se enquistan y caricaturizan, pueden convertirse en diferencia política. Si unos se empeñan en decir de los otros que quieren ser una IU bis y otros de unos que quieren ser muletilla del PSOE, el conflicto estará garantizado. Ahora bien, si le damos la vuelta y lo tornamos positivo para decir que se apuesta por un Podemos abierto y con voluntad de gobierno, las dos oposiciones se disuelven, pues para ser abierto hay que contar con todo el mundo, empezando por los que ya están, y para gobernar, en estos momentos, hay que asumir el marco electoral en el que nos movemos y que obliga a pactos, como ya sucede en los ayuntamientos del cambio. Podemos ha de aprender de la historia y no dejarse atrapar, como le ocurrió a IU, en ese estéril debate de la relación con el PSOE. Un debate que Anguita pretendió resolver con inteligencia, a través de aquello de programa, programa, programa, pero que otros no le dejaron. ¿Hay que aliarse con el PSOE? Esa es una pregunta abstracta, sin sentido. Si hay espacio para acuerdos programáticos, ¿por qué no? Si no hay acuerdos programáticos, ¿por qué sí?

Sin duda, uno de los retos actuales de Podemos es aislar el sectarismo y las ansias de poder. Y eso se debe hacer desde una constatación: sectarios y ambiciosos los hay en todos los sectores de Podemos, como los hubo, y los hay, en todos los sectores de IU o de cualquier organización. Del mismo modo que hay gente, mucha, honesta, desinteresada, en todos los sectores. Desde mi punto de vista, hay que apostar por la alianza de quienes quieren la alianza, de quienes privilegian el encuentro frente al disenso. ¿Cómo construir una fuerza que propugne la convergencia social si practica la divergencia interna? Sin duda, la pluralidad interna es una riqueza, pero la cristalización en sectores que generan dinámicas identitarias es un tremendo error. Si lo que buscamos es una fuerza en crecimiento, no nos es útil promocionar la discrepancia interna. Porque, desgraciamente, muchas veces detrás de eso se esconden son ambiciones personales. Uno de los mayores retos de la izquierda es aprender a gestionar la pluralidad, desde la conciencia de los vicios que he apuntado. Ello exige que pensemos estrategias organizativas que minimicen los efectos nocivos del sectarismo y la ambición.

¿Será capaz la nueva dirección de Podemos de resolver estas cuestiones? Hay cabezas muy bien amuebladas en ese Consejo Ciudadano para hacerlo. Deberían ser conscientes de la enorme responsabilidad que recae sobre sus hombros. En este momento histórico, no atender a lo realmente importante, perderse en la pequeña y miserable política, sería un verdadero delito. Asistimos a una brutal ofensiva conservadora, cuyos horizontes son tremendamente inquietantes. ¿Haremos justicia a los tiempos?.