La vida política española se parece, cada vez más, a la sección de deportes de algunos informativos de televisión. En la jerarquización de noticias que diseñan sus responsables, ya hace tiempo que no impera la lógica informativa. Pesa mucho más una circunstancia determinante: que la cadena en cuestión cuente o no con los derechos para la emisión de un evento deportivo, sea un acontecimiento de interés planetario o una competición menor. Ello ha propiciado que el noticiario que una temporada abrasaba al personal con minutadas dedicadas, por ejemplo, al motociclismo, no le regale ahora a ese mismo deporte un mísero segundo, porque ha perdido esos derechos en beneficio de otra cadena. En el plano político ocurre algo similar, solo que en juego no hay derechos televisivos y sí ideas para que la sociedad progrese. Basta con que un partido proponga algo, para que los demás, por importante que pueda resultar la medida, callen o nieguen la mayor. Ha pasado con la intención del PSOE de Pedro Sánchez de pactar con el PP un plan para reducir a la mitad el fraude fiscal o va a pasar, aquí en Aragón, con la voluntad del PP de Luisa Fernanda Rudi de sentar a una misma mesa al resto de formaciones para consensuar medidas regeneradoras. Llega así un punto en el que la actividad política se reduce en exclusiva al juego de las pétreas mayorías. Es lo legal, pero resulta injusto para el ciudadano, al que se acaba tratando como a un imbécil. Igualito que a las menguantes audiencias de algunas televisiones. Periodista