Demasiadas personas de la política aragonesa llevan demasiado tiempo calentando poltronas en cargos rotatorios. La presidenta Rudi lleva 31 años y ha sido casi de todo. Javier Lamban también. Y de allí para abajo sus bancadas están llenas de profesionales políticos con décadas en los pasillos del poder. Y eso, digan lo que digan en sus gastadas y cansinas retóricas, les impide ver la vida real de la mayoría porque no vivirla no permite entenderla, y no pueden ni encabezar ni representar ninguna regeneración democrática. Su juego dialéctico está en una paranormalidad de cristales tintados. No es que estén en otra dimensión, ni miren la vida siquiera por la ventana. 16 años en un escaño, 25 de concejal, o 35 recorriendo puestos y soñar con el Senado para la jubilación es asentamiento perpetuo en las tramas del poder. Y es ideología. Conservadora, claro. Una política vieja de viejos métodos.

No es solo la edad de los representantes políticos, ni sus caderas ajustadas a un sillón, ni la mayor o menor presencia en redes sociales ni otras fórmulas de estilo. Es qué política. Una ideología, un concepto profundo, real y horizontal de la democracia y, sobre todo, un programa político y su modo de elaborarlo y de llevarlo a cabo. Sin olvidar que los y las representantes públicos se deben a sus representados cada día, que los discursos del interés general, su sentido común, la sensatez, ahora no se puede, etc- son siempre una antidemocrática excusa perversa para hacer lo que mandan de veras y el aparato necesita en cada momento para perpetuar su grado de poder y salvar su culo. Exactamente eso significan las únicas propuestas de Rudi en el debate de esta semana, envueltas en hora y media de palabrería banal y en números retorcidos que en la vida real de la mayoría no significan casi nada y ese casi, se parece mucho a la mentira.

Parecido le pasa al PSOE (que no es lo mismo), bancadas eternas y una práctica que contradice su discurso moral y que incapacita muchas de sus propuestas que enseguida se vuelven banas. Han elegido un renovador para hacer la conocida política palaciega de antes de ayer en alianza con los viejos poderes y presentan en Aragón a un sólido político de antes de antes de ayer. Pero Aragón es otro, distinto y peor. El paroxismo de ambos llega cuando se enzarzan por el déficit y la deuda obviando que deriva del art. 135 de la Constitución escrito y aprobado por ambos.

Así que pienso (creer, no creo en nada, es la virtud del ateo) y siento (sentir, siento casi todo, es la virtud del humanista) que necesitamos mucha más política. Mucha. No más teóricos, ni gestores, ni imágenes públicas ni rostros-icono, sino más política y más gente haciendo política. Pero otra, con otros políticos, de una confluencia social de las izquierdas, y una ruptura democrática que permita devolvernos el poder real arrebatándoselo a los dueños de las cosas: las finanzas, el gobierno del dinero organizado (término de Roosevelt, no crean que de un radical), los especuladores profesionales, los expertos en intercambio de favores y sus fieles servidores de los que estamos rodeados. Para ganar gobierno y ayuntamientos, pero también para ganar la ciudad y el territorio.

Periodista y Activista. Blog.fernandorivares.com