Jamás hubo en Zaragoza tantas cofradías ensayando la batucada desde meses antes de Semana Santa, ni tantas procesiones cuyos desfiles llenan tardes y noches de días y días. La cosa, según se ve, está de moda y encandila a un personal que, sin embargo, cada vez participa menos en los rituales de la Santa Madre Iglesia. Supongo que esto otro es más motivador y posee mayor hondura emocional. El catolicismo es ante todo liturgia, y el día en que el Vaticano II dejó fuera de onda el latín, los inciensarios y el sonido del órgano... la cosa empezó a declinar. Salvo cuando llega esta semana mágica y ruidosa.

Como ya van viendo hacia donde voy, déjenme decirles que, aquí, un servidor jamás denostará ningún espectáculo callejero, y las procesiones lo son y de primera. Tampoco tengo nada contra la libertad de culto (salvo cuando se entiende como hegemonía y privilegio de la Iglesia Católica, cuando atenta contra otras libertades fundamentales o cuando abusa de la utilización de los espacios públicos). Solo me hago, y les hago a ustedes, una reflexión: imaginen cualquier actividad (política o cultural, por ejemplo) organizada por la sociedad civil laica, que tuviese un impacto callejero similar al de los desfiles de las cofradías... ¿sería tolerada de igual manera por las autoridades y la sociedad? Tengo mis dudas. Tanto corte de tráfico, tanto ¡pom, pom, porrompompón! provocaría más pronto que tarde las lógicas protestas de buena parte de la ciudadanía, los medios se verían en la obligación de recoger tales quejas, y la polémica estaría servida porque defensores y detractores del desahogo en cuestión acabarían entrecruzando acusaciones y protestas.

De ahí que me maraville la manera natural y fácil con que la Iglesia (o más bien sus apéndices... ¿folclóricos?) toma las calles durante días, en uso y quizás abuso del cívico derecho de manifestación. Es más, no cabe imaginar que nadie ose sugerir siquiera que la ampliación del periodo procesional más allá de toda tradición y sensatez podría llegar a ser abusiva y molesta. Dios es de derechas... y además, omnipotente.