Es posible que el todavía ministro de Industria (al menos en el momento de escribir este artículo) no sea un defraudador, presumamos su inocencia. Pero no cabe ninguna duda de que es un mentiroso compulsivo. Lo que empezó con la aparición de su nombre en los Papeles de Panamá se ha convertido en el documentado descubrimiento de una curiosa trama societaria que armó y utilizó la familia de José Manuel Soria... y él mismo. En paralelo, el susodicho se ha explicado cambiando su versión cada 24 horas. Pone los pelos como bayonetas rusas pensar que este sujeto ha manejado durante cuatro años asuntos claves de la economía española. Alucina a cualquier ciudadano decente que el tal individuo siga aún en su puesto, dejando a los suyos con el culo al aire.

Pero ayer, mientras Soria, encerrado en su despacho, se devanaba los seso para encontrar una salida al embrollo en que anda metido y salvar el cargo, cientos de miles de españoles (incluidos unos cuantos aragoneses) se encendían vivos porque en los llamados Ayuntamientos del Cambio (Zaragoza, entre ellos) las respectivas casas consistoriales lucían banderas republicanas. Bueno... Quizás los munícipes alborozados por el 85 aniversario de la proclamación de la II República habían enarbolado la tricolor sin cumplir previamente los protocolos al uso (así, en la capital aragonesa debían haber advertido a los demás grupos, en un ejercicio de elemental cortesía). Pero la histérica reacción a la inocua exhibición de la franja morada tenía otra naturaleza: el renovado rechazo frontal a la libertad, la igualdad y el progreso, y la adhesidón retroactiva al franquismo. Obvio.

La bandera no pasaba de ser un componente muy secundario y pasajero de la actualidad. La situación de Soria era, sin embargo, reflejo de un problema estructural, sistémico: la irresponsabilidad fiscal y el nulo patriotismo de las élites ¿españolas? y la profunda desmoralización y podredumbre del Sistema. Es el presente lo que debería ponernos nerviosos. Eso que llamamos Memoria, a la postre, sólo es pura y simple Historia.

Pero de eso ya escribiré mañana.