Natxo González es un entrenador estudioso, metódico, que va al detalle del juego y que intenta tener bajo control todas las variables posibles. Cuantos más datos, mejores decisiones. Desmenuza a los rivales y a su propio equipo. Cuando los resultados no eran buenos, a veces porque los méritos eran insuficientes y otras porque la suerte andaba esquiva, el técnico reclamó en varias ocasiones no quedarse en la superficialidad del marcador e ir más allá, al examen minucioso.

En las últimas jornadas, el Real Zaragoza ha protagonizado una recuperación extraordinaria: 13 puntos de los últimos 18. Esa resurrección ha ahuyentado los puestos de descenso y ha abierto otro horizonte. Ha sido una reacción basada en los triunfos en La Romareda, aderezados con el de Tarragona, con una mayor madurez como grupo, más consistente en el medio, un sensible incremento del caudal ofensivo y con Cristian en ángel salvador.

En esas victorias la portería propia ha quedado a cero. Sin embargo, si Natxo mantiene su afán constatará que ante el Lugo y el Nástic, seguramente por las propuestas de partido, su equipo concedió en exceso atrás. Lo suficiente para flirtear con el destino. Las paradas de Cristian han disimulado el problema, pero un buen técnico no se dejaría llevar solo por el resultado y trabajaría a fondo en ello, en el aspecto menos feliz de un momento feliz.