Se dice que el nuevo líder del PP aragones, Luis María Beamonte, un veterano que llega a la cumbre (de su partido) tras curtirse en el inevitable ámbito del municipalismo y la Diputación Provincial de Zaragoza, está imponiendo a los suyos una actitud tranquila, discreta y expectante. ¿Para qué contribuir a la crispación y la mala leche política, cuando basta con esperar que las izquierdas se devoren entre sí? Si es esa su filosofía, acierta de pleno. Si no, puede encontrarse en el futuro con que Ciudadanos, sin darse a entender jamás, sin apenas intervenir en la vida institucional, avanza por el espacio que la derecha está dejando libre con tanto escándalo, tanto tropiezo y tanto cinismo por cuenta de Rajoy y sus Intocables.

Bajar el balón al suelo, dormir un poco el encuentro es algo que convendría especialmente a Jorge Azcón, eterno alcalde expectante, cuya labor de oposición a ZeC parece demasiado histérica y agresiva. Sus permanentes enfados y su voluntad de aderezar cualquier discurso con altas dosis de vitriolo no le llevarán a donde quiere, sino todo lo contrario. El vecindario quiere alguien más amable, más municipal, más rocero. Demasiado tenso y enfadado se le suele ver a Santisteve, como para darle cancha ahora a un conservador aún más cabreado.

Es la izquierda la que pelea entre sí, sufre y se deja llevar por sus viejos instintos caníbales. Para empezar, el PSOE oficial sigue sin encajar su derrota (no tan aplastante como para haber generado tanto revanchismo) en la elección de secretario general. En el entorno de Lambán no acaban de comprender que en realidad sólo la victoria de Pedro Sánchez podía y puede darle un segundo aire al partido. El proyecto sanchista, por inconcreto que sea a fecha de hoy, sí vale para volver a disputarle votos de izquierda a Podemos. El de Susana Díaz, no. Al menos no al norte del Tajo (y creo que al sur, tampoco).

El socialismo, si sabe renovarse, cuenta a su favor con la incapacidad de Podemos e Izquierda Unida para consolidar su extensión más allá de los ámbitos y colectivos entregados a la fe y el dogma izquierdistas. Eso sí, no cabe imaginar, por ejemplo, que el PSOE vuelva a proponer en las próximas municipales una candidatura tan caduca como la que presentó en Zaragoza hace dos años. Así se pierde seguro. Mucho mejor le iría tomando como referencia Huesca capital, donde el alcalde Felipe, por muy susanista que fuere, ha trabado con las restantes izquierdas una alianza fructífera y prometedora ante el futuro.

Ahí continúa, sobreviviendo y dando la cara, Chunta Aragonesista. También con notables forcejeos internos, abducida por el PSOE en cierta medida... Pero con una trayectoria y una marca política que no acaba de perder su valor. Ese activo sería interesante para los socialistas, por un lado, y para Podemos, por otro. Pero Echenique, que tiene a su lado algún ex-CHA transido por el ardor de los conversos, está en otro mundo y otros temas. Quizás sea el político aragonés más alejado y desentendido de la realidad. Claro que si se va, como ha de hacer, ¿quién le sustituirá?