La guerra verbal entre el Partido Popular y Ciudadanos no solo no aminora con el paso de los días, sino que las escaramuzas y emboscadas aumentan de número e intensidad. Los dos generales, Rajoy y Rivera, han movilizado a sus mariscales, a la siempre ufana Cospedal, al siempre triste Girauta, a la actoral Soraya, al melancólico Villegas, en aras de medir fuerzas de cara a posibles contiendas más serias, con el fuego real de los votos.

Y, sin embargo, las encuestas les dan muy estimulantes números de cara a las próximas elecciones municipales y autonómicas. La unión entre PP y Cs se impondría a otras mayorías o sumas en ciudades tan importantes como Madrid o Zaragoza.

Tanto los encuestadores como varios analistas dan por bueno, por hecho, ese binomio PP--Cs, como si estuviera pactado o firmado de antemano. Binomio incógnito, en el que la masa y la energía van por cada lado.

Hasta ahora, el partido de Rajoy y el de Rivera solo han firmado un pacto, el de legislatura, basado en una larga serie de puntos que Cs sostiene se están ignorando o incumpliendo, del mismo modo que Rivera no se corta en absoluto a la hora de acusar de mentiroso a Rajoy.

Pero, ¿han gobernado juntos? ¿Hay ejemplos de capitales de provincias o territorios autonómicos donde gestionen ambos, compartan gobierno municipal o autonómico?

No solo no los encontramos, sino que se dan de signo contrario en Andalucía, con el apoyo de Cs a la socialista Susana Díaz. De ahí la tesis de un portavoz aznarista como Carlos Dávila, en el sentido de advertir al electorado que la estrategia de Ciudadanos pasa, en primer lugar, por robarle el nicho a los populares, entrar a saco en sus graneros de votos, para, acto seguido, correr a aliarse con el PSOE de Pedro Sánchez, como ya hiciera Rivera cuando Sánchez intentó la investidura.

¿Serán capaces PP y Cs de pactar alcaldías como la de Madrid o Zaragoza? Sobre el papel, sí, pero está aún muy por ver si conseguirán ponerse de acuerdo o partirán peras en cuanto se empiece a discutir de sillones. Se ha venido hablando de las divisiones de la izquierda, pero ahora parece tocarle el turno a la derecha. Algo se ha roto entre populares y ciudadanos, y ninguno de ellos parece dispuesto a repararlo.