La noticia que aparecía estos días en un medio decía: «La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) nació en 2013 sin consenso y prácticamente sin debate público, auspiciada por el Gobierno y con los votos favorables del PNV y CiU y se apoyó en un informe de Price Waterhouse Coopers por encargo de Telefónica para establecer ese diseño». La noticia no ha tenido recorrido ni trascendencia pública a pesar de lo que sucede todos los días en este país.

La CNMC es un órgano que trata de velar porque los mercados ejerzan su función. Es decir, que los consumidores paguen por lo que reciben unos precios justos y no paguen unos precios superiores porque haya empresas que falsean o violan la libre competencia. Y he aquí que el órgano que va a vigilar, frente a posibles abusos, se va a organizar orientado por una consultora, cuyo trabajo se lo paga una empresa privada, que no hace mucho fue sancionada, por falsear precisamente el libre mercado, por la Comisión Europea. Una gran multa como señalaba Joaquín Almunia entonces comisario de la Competencia. Curiosamente en aquel momento, el Gobierno español de turno se presentó ante la UE defendiendo a una empresa privada que era corresponsable, como mínimo, de que el ADSL en España fuera un 20% más caro que la media de la OCDE (y sigue siendo). El Gobierno de todos, defendiendo los intereses de unos muy pocos, perjudicando el interés y el bolsillo de la mayoría de la población. Y diré más, en este caso limitando el desarrollo de la sociedad de la información, haciendo que la conexión a internet fuera más cara. Incomprensible. O quizá no tanto.

¿Por quién velará la CNMC si se organiza con informes pagados por quienes deben ser vigilados?

Seguramente ya no nos acordamos porque ha pasado……una semana de la subida de la luz. No he encontrado a nadie que fuera capaz de explicarme como se fija el precio de la luz y, en consecuencia, por qué la energía en España es de las más caras de Europa, si no la que más. Para los reformadores estructurales de nuestro país, ahí tienen tajo.

La sentencia europea de las cláusulas suelo ha puesto sobre la mesa los abusos que determinados grupos de poder, los poderes establecidos o fácticos, han ejercido en nuestro país desde siempre. Seguramente muchos de ustedes han recibido estos días un SMS de su compañía eléctrica informándole de que en su caso particular no había subida. Hay que ver que cumplidos se han vuelto.

Ha tenido que ser un tribunal europeo, y no es la primera vez, el que rompa la inercia de unas leyes hechas para favorecer a unos y unos tribunales que interpretan según esa inercia, esa asunción implícita de las opiniones de los que siempre han mandado.

Con lo que ha pasado con las cláusulas suelo y algunos responsables de esos desaguisados que todavía no lo han entendido. Una directiva de la banca señalaba estos días ofendidísima que no deberíamos alegrarnos de los reveses que estaban sufriendo. Otro, el presidente del BBVA nos advertía de que las hipotecas iban a subir como consecuencia de estas sentencias. O sea, que lo de antes lo hacían para favorecernos. Vale.

En la dictadura y en la transición siempre se habló de los poderes fácticos, las eléctricas y la banca, entre otras, pero eso se diluyó. Seguramente bien engrasada, aquella beautiful people, aquellos responsables públicos de los años 80 y 90, desdibujaron las formas más ariscas de estos grupos pero no sus prácticas oligopolísticas.

Ahora lo pagamos en pellizcos pequeños con la luz, el teléfono o los carburantes y también en otros más gordos, como con la intervención de los bancos y cajas. Las formas son más educadas pero el fondo es tan brutal como en los peores tiempos.

La sociedad debería despertar ante estos poderes antidemocráticos y depredadores. Y nuestros representantes políticos deberían ganarse el sueldo. Si saben, claro.

*Universidad de Zaragoza