La pérdida de 705 oficinas bancarias y el recorte de 2.709 empleos, al ritmo de 28 cada mes. El balance de la reestructuración de la banca en Aragón sitúa al sector en cifras de 1979 y a la comunidad entre las que más sucursales han cerrado. Cierto es que la mayoría han sido pactados y atendiendo a las prejubilaciones, pero también es verdad que las salidas, aunque ordenadas, han ido empeorando las condiciones. Como en casi todos los ERE, el problema se traspasa a la plantilla que lo sobrevive y, en este caso, también a los clientes, a los que han obligado a cambiar de costumbres --incluido el uso de tarjetas y cajeros a los ancianos-- y a los que cada vez cargan más gastos por mantener una cuenta.