El PP ya tiene el Gobierno, pero no la mayoría parlamentaria. El PSOE ya ha pasado lo más duro de su implosión, o no, pero debe acelerar su reivindicación y presencia en la vida política. El primero necesita al segundo para garantizarse un bloque suficiente de votos legislativos que le permita tomar medidas mientras Europa aprieta, cediendo, claro. Y los socialista confían en los acuerdos con los populares como fórmula de airear ante los electores que están presionando al Gobierno, logrando mejoras. Y eso ya lo definen como hacer oposición útil, no como otros, lo que les permite de paso señalar a sus adversarios por la izquierda y desviar el foco del aparente entendimiento entre las dos esencias del bipartidismo. Su representación ha caído --una bastante más que la otra--, pero juntas siguen sumando lo suficiente para poner de los nervios a morados y naranjas, receptores de los votos desplazados. La subida fiscal centrada en el impuesto de sociedades de las grandes empresas --que en su momento fueron beneficiadas con las deducciones-- , un ligero sablazo al acohol y tabaco (los vicios se pagan) y algunos flecos dibujan unos ingresos adicionales de unos 7.000 millones. Por contra se suben 52 euros mensuales al salario mínimo y se relaja la senda de déficit permitiendo a las comunidades un poquito más de desahogo, para esponjar las cuentas más cercanas a los ciudadanos. Es una primera entrega. Habrá más sintonías interesadas. Hasta que quién puede amenace con adelantar las elecciones. Ese es el techo, de presión, no de gasto.