Los Presupuestos del Estado presentados ayer por el ministro Montoro son insuficientes para las aspiraciones aragonesas. Como ha ocurrido durante la legislatura, los proyectos en carreteras y ferrocarriles se van repitiendo, en un claro síntoma de que apenas han avanzado, los embalses reciben menos cuantía de la necesaria para terminar en los plazos previstos y las inversiones en carteras menores, como Cultura, Energía o Defensa, son prácticamente inexistentes. Sobre el papel, las cuentas del año que viene apenas servirán para mantener el pulso inversor en las autovías del Pirineo, pero no supondrán un salto cualitativo en iniciativas urgentes, como los desdoblamientos pendientes en la N-232 y de la N-II. Es muy significativo que vuelva a aparecer en la ley una obra de mejora de este eje entre la localidad turolense de Ráfales y la provincia de Castellón que lleva más de dos décadas apareciendo de manera irregular en los presupuestos del Estado sin ser ejecutada.

Poco a poco han ido cayendo de la programación presupuestaria obras en comunicaciones como la A-40 en Teruel o la A-14 en el Pirineo Oriental valoradas ya en planes de infraestructuras de la década pasada, cuando Álvarez Cascos o José Blanco ocuparon la cartera de Fomento. Y tampoco el tren corre mejor suerte. España lleva casi un cuarto de siglo volcada en el AVE y cualquier mejora de trazados convencionales compite con la desidia gubernamental de los sucesivos ministros. Por mucho que el departamento que hoy dirige Ana Pastor se comprometa de palabra con la reapertura del Canfranc, los dos millones de euros previstos no dan para culminar la obra en los plazos comprometidos por el Gobierno español una vez constatado el interés francés por recuperar el trazado internacional.

Los presupuestos inversores para Aragón en el 2016 son claramente mejorables y faltos de ambición. No sirve el argumento de que han evolucionado cuantitativa y cualitativamente respecto de los de este año, que fueron los peores de las últimas décadas. El déficit histórico que arrastran las infraestructuras aragonesas debe ser corregido, teniendo en cuenta que la mayoría de las obras que se proyectan en la comunidad no benefician solo a los aragoneses. Por su ubicación en el centro de los flujos económicos, cualquier euro invertido en comunicaciones en Aragón irradia su efecto a media España. Mientras los sucesivos gobiernos del Estado no asuman que la comunidad necesita impulso público para convertir su posición estratégica en una verdadera renta de situación, las capacidades del territorio seguirán lastradas.