El primer Gobierno de Mariano Rajoy, presentado ayer por el propio presidente en una comparecencia sin preguntas, cumple sobre todo dos características. Es un Gobierno de fieles, sin concesiones ni aventuras, por lo que es también un Gabinete perfectamente previsible.

Todos los ministros, desde la única vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, hasta el más alejado del núcleo duro del partido, quizá el titular de Educacuión, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, son hombres y mujeres fieles a Rajoy, a quien ayudaron especialmente en la última legislatura que, aunque ahora algunos lo hayan olvidado, se inició con serios intentos del ala dura del Partido Popular y de la derecha mediática que les alentaba de descabalgar al entonces perdedor y ahora presidente.

PRIORIDAD ECONÓMICA

Pero, al margen de la fidelidad y la previsibilidad, la estructura del Gobierno y los nombres de los ministros ofrecen al análisis rasgos interesantes. Por ejemplo, la prioridad otorgada a la economía, con dos carteras separadas --Economía y Competitividad, para Luis de Guindos, y Hacienda y Administraciones Públicas, con Cristóbal Montoro al frente-- e incluso con un Ministerio de Exteriores con fuerte orientación económica al mando de José Manuel García Margallo. Otro dato en esta línea es que será el propio Rajoy quien presida la Comisión Delegada para Asuntos Económicos. El control del déficit y las medidas que lo hagan posible exigirán, con toda probabilidad una exigente coordinación.

La estructura del Ejecutivo, con presidente, vicepresidenta y 12 ministros, es austera, resultado de agrupaciones lógicas (Presidencia y Portavoz en la vicepresidencia; Cultura y Deporte en Educación; Energía y Turismo en Industria; Alimentación y Medio Ambiente en Agricultura, o Servicios Sociales e Igualdad, que se mantiene, en Sanidad).

CONTROL AUTONÓMICO

Más extemporánea parece la unión de los ministerios tradicioanles de Hacienda y Administraciones Públicas, lo que indica de forma evidente la voluntad decidida de controlar el gasto de las autonomías. Una estrategia que puede, si no se mantiene el respeto a las autonomías, crear tensiones en los pocos territorios que no domina el PP. No hay más que recordar que CiU votó no a la investidura de Rajoy.