Ganó Pedro Sánchez las primarias del PSOE y ahora, en este circo de analistas y politólogos de plató, parece que todo el mundo lo veía venir. Es fácil hacer leña del árbol caído y cargar, a toro pasado, contra los perdedores. Pero el duro proceso de participación al que se han sometido los socialistas, simplificado en la lucha entre el aparato frente a Sánchez, ha terminado por evidenciar las debilidades de los llamados barones territoriales. La derrota de Susana Díaz puede ser el preludio, o el aviso, de lo que vendrá con los congresos regionales. Si vota la militancia, con su actual estado de ánimo, de cabreo total por la abstención y la forma en la que se defenestró en octubre al reelegido secretario general, todo puede suceder. Nadie puede asegurar ahora mismo la victoria de un barón en su propio territorio, donde todos han sido derrotados en las primarias federales. Hasta hace poco el líder de cualquier comunidad tenía un poder casi omnímodo, y las sorpresas se daban en escasas ocasiones. Los congresos iban de carril y las primarias, cuando las había, eran un paseo militar. Dentro de unos meses muchos de los barones, algunos de ellos presidentes de gobiernos autonómicos gracias a alianzas varias, tendrán que someterse al escrutinio de las urnas y ya no es posible garantizarse el triunfo si tienen en frente a candidatos auspiciados por Pedro Sánchez. La militancia dictará sentencia y habrá más de una sorpresa y algún disgusto, si no se buscan pactos previos que eviten un enfrentamiento como el vivido estos meses.

*Periodista