La aprobación de los presupuestos en el Ayuntamiento de Zaragoza permite al fin hablar de una primavera, además de climatológica, presupuestaria. Mejor, en cualquier caso, que esa primavera patriótica con que Wilders amenazaba en Holanda, aunque no descartemos que en Francia doña Le Pen le ponga a la República una ofrenda de cardos y bajo matorral democrático.

Santisteve, en su mejor semana, se ha traído a Zaragoza ricos presentes de la corte madrileña y conseguido aprobar las cuentas antes que Lambán en la Diputación General. Todo tarde, todo al pespunte, al hilván, pero presupuesto al fin, necesaria herramienta de la que otros, y menos que ninguno, Rajoy, puede presumir.

Todo apunta a que la primavera presupuestaria está llegando también al Pignatelli. Hay brotes verdes en el patio de los Naranjos y sonrisas en diputados que, como Fernando Gimeno, el único taoísta de La Aljafería de las tres religiones (ayer), de los tres credos mañana (no se pierdan, por cierto, la exposición sobre la Dinastía Ming en CaixaFórum) reverdecen laureres, en lugar de dormir sobre las flores de loto del olvido.

Tras deshojarse la margarita presupuestaria en la plaza del Pilar, una nueva izquierda aflora tímidamente en el invierno aragonés. El aroma de sus primaverales capullos ventila el rancio invernadero con flores muertas de tantas negociaciones abonadas con el barro de la intolerancia, en vez de con tierra joven. Huele a nuevo y hasta Echenique, que debería serlo, mira adelante, en línea recta, en lugar de en círculos. PSOE, Podemos, CHA e IU confluyen en un bloque, dejando al otro lado del jardín, me lo impide la arboleda, la ribera derecha del río del poder, con un PP seguro de que los injertos de esta nueva izquierda no darán nuevos frutos, con un PAR, que fue papiro del Nilo, barquero del Ebro, al pairo de su embarcadero, a la espera de que con Luis María Beamonte se rieguen mejor sus huertos y de que el paciente jardinero de Moncloa mantenga vivas las rosas y contentos a los Ciudadanos que pasean por sus veredas, con Albert Rivera endomingado y clásico, de aperitivo en las templadas mañana del Congreso.

La primavera ha alterado la sangre parlamentaria y hasta puede que algunos se enamoren locamente. Siendo bonito, desde luego, el amor, pero más bonito aún, dicen, el poder, aunque sea compartido y temporal, como las flores del mal.