Estamos en la encrucijada. Nos han impuesto otro mundo, y ni siquiera sabemos quién o quiénes. No sabemos qué está pasando. La procesión va por dentro. Es una frase hecha: mantenemos buena cara, las conversaciones habituales, la derrota del Madrid, los trámites, negocios y expectativas... Pero la procesión va por dentro. No sabemos qué pasa, los pisos ya no valen nada. La vida es lo que vale, la vida y sus posibilidades, el ánimo, el espíritu con que afrontamos los días y sus noches. Estamos medio inmolados, como ese pobre GEO dinamitado en Leganés. Estamos amolaos. Nos habíamos acostumbrado al terror de siempre, al final el ser humano se hace a todo, mal, de malas maneras, con toda clase de desastres y desgracias, pero se va habituando, la adaptación de la especie. La banda asesina tradicional estaba ya muy demediada, infiltrada. Ahora desmantelan una fábrica de morteros y coches bomba en Francia y nos quedamos tan anchos, pura rutina. No valoramos esa hazaña porque tenemos otra amenaza encima, dentro. Nos han metido un troyano en el vivir. Aunque habría que reñir menos, y por menos cosas, y los políticos deberían empezar a dar ejemplo en esto. Hasta que nos adaptemos al nuevo mapa de los terrores, al nuevo elemento que creíamos posible pero lejano, a esta oleada homicida. Hasta que nos adaptemos, nos vayamos haciendo a la idea. Quizá necesitamos un sicólogo. Aún queremos pensar que no hay nada más, que esto era todo, que la cuadrilla de asesinos de Atocha y Leganés no tiene nada debajo, ni detrás, que no hay más fondo, ni más comandos, ni más nada. Pero quizá es un subterfugio, un recurso para creernos que la vida sigue igual que antes del 11 M. Ojalá no haya nada más. Ojalá la policía los coja a todos, vigile bien los puentes y las vías y las estaciones... ojalá vigile bien todo, si es que se puede vigilar todo, si la paranoia extrema es vida. Y hay más cosas, el nihilismo se contagia como un virus, la violencia devastadora sirve de rampa de lanzamiento para que los delincuentes, los maltratadores y los malvados durmientes se decidan a dar el paso: puesto que el mundo es un caos y el futuro una bomba, ya no hay porqué contenerse. Peligra la libertad y peligra la alegría. No es bueno que la procesión vaya sólo por dentro. Es mejor decirlo y afrontarlo. Y no reñir por tontadas.

*Periodista y escritor