Sí, no se habla de otra cosa: hoy hay elecciones en España. En realidad tengo la sensación de que es de lo único que en el país se viene hablando en los últimos meses, demasiados meses y demasiadas palabras, en mi opinión. Al menos si lo que se cuenta es lo aparecido en los medios de comunicación. Las conversaciones de la gente de a pie son otra cosa, cada vez más alejados y distantes de los discursos escasamente convincentes de los aspirantes a liderar este país. Ojalá pudiera decir algo así como: "la política lo ha eclipsado todo en este tiempo". Pero ni siquiera, ¿qué política?, ¿qué políticos? Más bien creo que todo ha sido bastante parecido a un cansino festival electoral en el que muchos ciudadanos asistimos entre defraudados y escarmentados ante lo visto y oído: un eco desganado de lo dicho poco antes en otro escenario. Monólogos reincidentes y diálogos sin dialéctica, eso y poco más son las campañas electorales desde hace un tiempo en este país. Es mi opinión. Y digo yo: ¿no deberíamos extraer alguna conclusión de todo ello?, ¿no se supone que es eso lo que marca la diferencia entre lo inteligente y lo que no lo es? A estas alturas dudo que nadie pueda desechar la contingencia de unas terceras elecciones- sí, el ridículo sería supino mayor incluso que el que las de hoy ya nos produce. Me pregunto si acaso no es el consenso una meta razonable. ¿No es el entendimiento un elemento intrínseco a la democracia? Tal vez no en una democracia mínima, desde luego sí en una democracia apta.

Si el proceso político reflejado antes, durante y después de las campañas electorales se reduce a un inventario deshilachado de opiniones idénticas y autoinmunes a las de los demás será coherente que el producto resultante esté a esa misma altura: una democracia no apta para atender y resolver los problemas de la ciudadanía que es lo que en realidad se espera de ella. Es muy posible que la anhelada omnipresencia del Estado en ciertos países y momentos haya contribuido a que sobredimensionemos hoy la importancia de lo político y haya contribuido a desenfocar nuestra mirada sobre lo relevante de lo no-político, de lo extra-político cada vez más reducido e influido por la fuerza expansiva del poder en todas sus facetas. Probablemente tenga tanto de ilusorio como de ilusión mi empeño en limitar la continuada erosión de sentido en que por un exceso de política malentendida (léase amiguismo, enchufismo... perfectamente definidos en el diccionario de la RAE y por algo será...) se ven afectadas manifestaciones tan humanas como la cultura, la ciencia, el deporte... Nada parece poder escapar ya a la larga mano de la política sea del color que sea y ello ensombrece y empobrece todo socavando su legitimidad y valía. Sé que este afán mío del que les hablo solo puede aspirar a alguna pequeña perspectiva de éxito si de principio a fin se cuida el proceso de formación y desarrollo de todas las cosas de las que nos ocupamos. Poco tiene que decir el azar. De no recapacitar sobre ello --sobre nosotros, de no corregir y mejorar será lo mismo que caminar y no moverse de la maleza.

Profesora de la Universidad de Zaragoza