Lo siento, pero no lo entiendo. Si la reforma de la ley del aborto era una cuestión de cumplimiento de programa electoral, no me entra en la cabeza que la contestación haya sido tan absoluta. Sobre todo, desde las filas de su propio partido. Por ejemplo, señora Villalobos, si el tema iba en el programa, ¿usted no se lee el programa del partido por el que se presenta a las elecciones? Que no me lo lea yo, que me importa un rábano lo que me digan (ustedes y casi todos) es normal. Lo mismo le digo a esa promesa de la derecha civilizada que es Cristina Cifuentes (lo de promesa, con reservas; Gallardón también nos parecía moderado, y mira). ¿Ahora le parece mal, como mujer y como progresista? Es que esto no es una ocurrencia de Gallardón, un día que se levantó inspirado. Esto venía en el programa. A no ser... a no ser que nadie se crea ni una coma de su propio programa, y ahora se hayan quedado atónitos porque uno, uno solo de los puntos tratados, se cumple. Así que ahora nos encontramos con una situación tragicómica: trágica porque si el Gobierno sigue adelante con los faroles, muchísimas mujeres se van a ver inmediata y directamente perjudicadas; cómica porque Rajoy tiene encima de la mesa una ley que ha aprobado pero que no quiere ejecutar, porque le haría mucha pupa en las elecciones. Podríamos decir en este caso que cada uno tiene lo que se merece, pero no es así. Ninguna mujer se merece que en su país sus derechos retrocedan varias décadas, pero es que encima Gallardón tampoco tendrá lo que le corresponde. Amagó con dimitir, y no lo hará, y aunque dimitiera, dudo que lo viésemos en la cola del paro apuntándose al Inem. Compréndanlo: este hombre ha nacido para la política.

Periodista