Las dificultades que puedan tener el Gobierno aragonés o el Ayuntamiento de Zaragoza (como otras instituciones de calado) a la hora de organizar su gestión y cumplir sus propósitos tienen que ver fundamentalmente con el dinero. Como ya se sabía. No hay pasta, pero tampoco ha existido hasta hoy algún propósito de darles la vuelta a los presupuestos correspondientes, fosilizados en unos esquemas y unos contenidos inservibles. Así que ahora llega la hora de replantearse la cuestión, examinar con lupa ingresos y gastos, y ver la forma de racionalizar unos y otros, incrementando aquéllos y reduciendo éstos. De cajón.

Llegados a tal situación, parece claro que los programas políticos deberían ser más un catálogo de prioridades que un esquema cerrado de acciones de gobierno. De la misma forma, votar a unos o a otros tiene que ver no sólo con las ofertas que hagan en campaña sino con el estilo (el talante, sí) exhibido por cada partido o coalición. Luego, realizado el acto electoral, la gestión debe bandearse entre las aspiraciones originales, las posibilidades reales, el debate en el seno de las instituciones, la actitud y reacciones de la opinión pública, la elaboración cotidiana de los medios (incluyendo, claro está, las redes sociales), la consulta a los técnicos, la participación de las organizaciones sociales, la relación con el vecindario... No es una cosa simple, como ya se van dando cuenta los recién llegados al juego político (podemitas, comunes y similares). Rechazar la profesionalización, empeñarse en reducir los sueldos de los cargos públicos o despreciar la cualificación y el conocimiento desemboca en el desconcierto y la frustración. Echenique pretenderá ser un activista a tiempo total, etéreo y retórico, que sobrevuela los problemas concretos sin tomar tierra jamás. O los de Zaragoza en Común intentarán darle la vuelta a la rutina municipal sin pisar demasiados callos. Pero así no se llega a ningún sitio. Tampoco Lambán podrá solventar lo suyo si no se decide a cortar por lo sano (por ejemplo, muchos inventos del PAR, que siguen ahí quemando euros).

Dinero, sí... E inteligencia.