En el libro El Gran Retroceso. Un debate internacional sobre el reto urgente de reconducir el rumbo de la democracia, entre los artículos extraordinarios de sociólogos, politólogos y filósofos de gran prestigio y discordantes con el pensamiento dominante, hay uno, un tanto irreverente y muy original, titulado Estimado presidente Juncker del belga David Van Reybrouck, escritor, dramaturgo, periodista, arqueólogo e historiador.

Entra a bocajarro señalando la posibilidad de que la Unión Europea termine muy pronto, y que Juncker sea el duodécimo y último presidente de la Comisión Europea. Determinados acontecimientos así lo corroboran: el brexit, la crisis de los refugiados, el populismo de extrema derecha, el terrorismo, y, especialmente la desconfianza ciudadana hacia la clase política de la UE, consecuencia de una democracia muy deteriorada.

Señala Van Reybrouck que hace unos años un amigo personal, el artista belga Thomas Bellinck, construyó un museo temporal del sueño europeo. Domo de Eûropa Historio en Ekzilo, se titulaba, en esperanto: la casa de la historia europea en el exilio. Se presentaba como «la primera exposición internacional sobre la vida de la antigua UE». Los visitantes, que «viajaban más de medio siglo en el tiempo, hasta principios del siglo XXI», podían ver los restos de un proyecto político décadas después de que se hundiera. Todo parecía una hipérbole graciosa, le dice a Juncker, pero el artista era muy sincero al respecto: este extraordinario proyecto al completo podía acabarse algún día, y quizá el 2016 podría ser el inicio.

Los análisis tras el brexit, como aldabonazo del drama, han sido muchos. Se ha acusado a los políticos, los partidos, pero muy poco a los fallos de los procedimientos. Es una herejía hoy el preguntarse si las elecciones, en su forma actual, son un procedimiento pasado de moda para reflejar la voluntad de la gente en los gobiernos. ¿Las elecciones y los referéndums son las mejores herramientas? ¿Ese antiguo ritual del voto es lo mejor para la toma de decisiones colectivas? Sin dudarlo, Van Reybrouck lo duda. Todavía más, es imprescindible la reforma de los procedimientos, para que la gente vuelva a formar parte e ilusionarse por la democracia.

En las elecciones se permite votar, pero es claro que el cumplimiento de los programas de los diferentes partidos es irrelevante. ¿La ciudadanía está suficiente informada a la hora de marcar el nombre en una casilla? ¿Y al ciudadano que quiera informarse se lo permiten hoy las instituciones, los medios de comunicación o las redes sociales? Además de la injusticia de los sistemas electorales.

En cuanto a los referéndums, que han sido sacralizados como la expresión más genuina de la democracia, adolecen también de muchos problemas. ¿Sabían verdaderamente los británicos lo que significaba el brexit? ¿O los italianos la reforma de su Constitución? Resulta complicado entender que la resolución de temas complejos, como la permanencia en la UE o una reforma constitucional, se puede resolver con el hachazo de un simple referéndum. Referéndums además que antes de su realización se ven inundados por todo tipo de manipulaciones informativas, como en el hipotético del 1-0 en Cataluña. O en la campaña sesgada para propiciar el «no» en el referéndum en Colombia sobre el acuerdo de paz con las FARC. Además es conocido que los referéndums sirven en muchas ocasiones para evaluar la actuación de un gobierno, como ocurrió con el de Cameron y Renzi.

Por tanto, las elecciones y los referéndums son instrumentos bastante imperfectos para permitir que la ciudadanía exprese sus ideas políticas. El brexit y Trump son una muestra cruel del peligroso camino que han tomado las democracias occidentales: reducir la democracia al ejercicio del voto. Debemos actualizar nuestra tecnología democrática. ¿Cómo? Nuestro autor lo explica.

Convocar una asamblea ciudadana. Cada país de la UE podría seleccionar una muestra por sorteo aleatoria de 100 ciudadanos, que se podría reunir para responder a una pregunta básica teniendo a su disposición el mismo tiempo e información: ¿cómo lograr que la UE sea más democrática en 2020? Cada país formularía 10 recomendaciones, y al cabo de 3 meses, 20 delegados de cada convención nacional, elegidos por sorteo, se reunirían en Bruselas para elaborar un listado final de 25 prioridades comunes para la política futura. Incluso se podría someter tal listado a un dictamen público mediante un referéndum. Por supuesto, no sería con la consabida pregunta de «sí» o «no», sino de opción múltiple. Entre las 25 propuestas se podría elegir las 3 más importantes; o puntuar en escala de 1 a 5 cada una de las propuestas. Y en base a esos resultados los políticos de la UE podrían basar sus políticas futuras. Combinar el protagonismo de los ciudadanos elegidos por sorteo con los referéndums de opción múltiple abiertos a todos, es una extraordinaria forma de mejorar la democracia.

Me voy a tomar la licencia, como ciudadano, de mencionar alguna de estas recomendaciones: eliminación de los paraísos fiscales, una reforma fiscal progresiva, los lobbys fuera de las instituciones, lucha contra las desigualdades, acogida de los refugiados, defensa del Estado de bienestar, renta básica universal para evitar el desamparo, etc. Sin estas recomendaciones, hablar de democracia es un insulto.

*Profesor de instituto