Una de las consecuencias de las primarias es que restan valor al congreso del partido que se celebra a continuación para validar los resultados de la elección del secretario general por los militantes. En el caso del congreso del PSOE de este fin de semana eso es particularmente cierto dada la claridad de la victoria de Pedro Sánchez. Por ello, en el cónclave socialista está todo prácticamente decidido. Los perdedores de las primarias y los demás adversarios de Sánchez no han tenido más remedio que aceptar que este tiene las manos libres para organizar el partido y diseñar su política.

En esta línea, la nueva comisión ejecutiva no pretende la integración, sino que está pensada como un órgano de confianza del nuevo líder, según reconocen sus escuderos, que reservan la integración para otros organismos, como el comité federal o la comisión de garantías. No hay que olvidar que la mitad de la ejecutiva anterior se amotinó contra Sánchez, por lo que es comprensible que la nueva dirección prescinda de cuotas territoriales para ganar en cohesión y confianza. El mayor signo de integración en la ejecutiva es la presencia de Patxi López, tercero en las primarias, y, en otro orden, la presidencia del consejo político federal para Fernández Vara, uno de los barones más críticos con Sánchez. Algo parecido puede decirse de las principales ponencias del congreso, la política y la económica, que han sido fuertemente enmendadas por el nuevo equipo tras haber sido redactadas por dos partidarios de Susana Díaz. Destaca la enmienda que, manteniendo que la soberanía reside en el conjunto del pueblo español, aboga por «perfeccionar el reconocimiento del carácter plurinacional del Estado», algo que no puede asustar a nadie a estas alturas. Perder los complejos puede contribuir a hallar alguna salida al conflicto de Cataluña.

El PSOE busca resituarse en la izquierda para disputarle el liderazgo en esta franja electoral a Podemos. Pero, para que el PSOE regrese al poder y se convierta en el referente de la izquierda, no debe abandonar su vocación de partido de gobierno. Debe ser, como se dice ahora, «la izquierda de gobierno», mediante acuerdos con Podemos, pero sin precipitaciones y sin caer en los cantos de sirena de nuevas mociones de censura que solo podrían conducir al fracaso o a mayorías muy frágiles cuando no imposibles.