Por fin llegó. Por fin se acabó. Por fin el PSOE escenifica lo que muchos venían observando desde hace tiempo y es que el socialismo español ha perdido el norte, ha desdibujado su ideología, el rumbo más adecuado y la sensatez. El socialismo español está maltrecho, está dividido y por mucho, aunque tampoco este fin de semana pasado lo han querido disimular, que nos vendan que el producto final es una piña, la verdad es que los piñones han ido cayendo por el camino para dejarla prácticamente hueca.

Congreso fallido. Congreso dividido. Congreso para acabar cantando la Internacional puño en alto (hasta en la estética son más podemitas cada día), para acercarse a Podemos con lo de que España es una «nación de naciones», con dudas del mantenimiento de la monarquía parlamentaria frente a la república o con una ida de la izquierda desnortada que hace unos meses criticaba el debate interno de los demás sobre la subrogación de la maternidad. En eso ha quedado un congreso bautizado por el presidente Lambán como histórico (en este partido desde hace unos años todo es histórico, hasta sus penosos resultados electorales) y donde las imágenes que se han trasladado a través de televisiones y resto de medios de comunicación eran más de pasar el trago que para dar impulso a una opción política abandonada a su suerte en prácticamente toda Europa.

Pedro Sánchez, el derribado y ascendido, ha decidido dos cosas. La primera, rodearse única y exclusivamente de los que le aplauden, jalean y le dicen a todo que sí, no vaya a ser que a alguno se le ocurra de nuevo, en un futuro, plantear precipitadamente su salida otra vez de la secretaría general. Y en segundo lugar, entregar, ofrecer y proporcionar a Pablo Iglesias Turrión el socialismo para derribar a quien gana las elecciones. Ya lo tenemos claro. Ya nadie podrá dudar del podemizado líder socialista que de nuevo será capaz de vender su partido a la izquierda radical, abertzale e independentista con tal de llegar al Gobierno de España. Cree que a la segunda puede ser la vencida, pero no le va a ser tan fácil. No entiende que sería bueno ganar primero unas elecciones, pero él ya contempló como se puede gobernar sin conseguirlo o como se puede gobernar apoyando a toda esa variopinta izquierda que día sí y día también tenemos al frente de ayuntamientos dando espectáculos, que no gobernando. Pero para él todo vale con tal de conseguir el poder. Y esta nuevamente puede ser su tumba política. Se dará cuenta, tarde como siempre, que su militancia no es su electorado y que unos y otros no han coincidido en las dos ultimas elecciones generales y menos lo van hacer en el futuro. Pero cada uno con su libro y su plan de desarrollo y por tanto Pedro Sánchez y su militancia, solo el cincuenta por ciento, sabrán que es lo que tienen que hacer.

Pero por si fuera poco, el gran derrotado, o uno de los más castigados en todo este proceso, ha sido el presidente del Gobierno de Aragón, el señor Lambán, que entró mudo al congreso socialista y salió muerto políticamente hablando. Lambán que ha demostrado que no es precisamente un político de reconocido carisma, liderazgo u olfato político, ha sido ninguneado por su propio líder. Y no me preocuparía sino fuera porque gracias a estar cautivo de las ocurrencias de Podemos y Echenique se mantiene como presidente del Gobierno de esta comunidad autónoma. Su irrelevancia demostrada tras la nueva Ejecutiva socialista, donde han colocado precisamente a quien menos deseaba él, le lleva a la conclusión de que ya no tiene futuro, que su capacidad de influencia tanto dentro del PSOE como fuera ya no existe, que le queda políticamente hablando, lo que le queda a esta legislatura y que negociar ya con apoyos tan quemados no parece que vaya a servir para nada (y fundamentalmente lo piensa no solo la oposición sino sus socios podemitas, aragonesistas o comunistas). Así que Lambán ha dilapidado en unos meses no solo su futuro político sino el de esta comunidad autónoma mientras él la siga presidiendo. Pronto oiremos tambores de guerra en el Pignatelli porque se avecinan congresos socialistas tanto autonómico como provinciales y cuando se huele a perro flaco ya sabemos lo que acaba ocurriendo.

Frente a todo este delirio algunos hemos demostrado desde la tranquilidad, la estabilidad y el rigor que es posible hacer bien las cosas, seguir pensando y trabajando por los ciudadanos y sus problemas. Continuar apostando por la unidad de España, por el empleo y por la estabilidad constitucional. Sin malas formas, sin alharacas y sin bandazos porque eso lo dejamos para los que desde el autoengaño, la radicalidad y la falta de valores pretenden llegar algún día al Gobierno de una España que sale de la crisis en la que nos dejaron.

*Diputado Nacional del PP por Zaragoza