Asistimos impávidos a la mayor crisis humanitaria desde la segunda guerra mundial, fruto de la sinrazón del tirano Bashar el Asad en Siria, del psicópata ensañamiento del Estado Islámico y del quietismo ignominioso de las potencias occidentales. Pero ese no es el problema. Lo verdaderamente grave es que algunos diarios hayan publicado la estremecedora foto del primer gran protagonista de esta tragedia: Aylan Kurdi, el niño sirio de 3 años ahogado en una orilla de Turquía.

Créanme, cuando un grupo de periodistas discutimos si una imagen tan impactante como la de un crío varado en la arena debe ir o no en la portada, lo último en lo que pensamos es en cuántos ejemplares venderemos al día siguiente. Entre otras razones, porque ya sabemos que abofetear la conciencia del público no es el mejor método para aumentar la audiencia. A sabiendas del riesgo de ahuyentar a nuestros lectores y de exponernos a las críticas de quienes tachan de sensacionalismo cuanto ignoran, las redacciones de Le Monde, The Guardian, The Independent y EL PERIÓDICO, entre otras cabeceras, decidimos que la función social de la prensa no es edulcorar las tragedias ni editar la realidad, sino presentarla tal como es para impedir que nuestros gobernantes sigan escondiendo la cabeza bajo el ala ante la crisis de los refugiados. Y para que los ciudadanos decidan si les piden cuentas o si, en silencio, se hacen cómplices de su inmovilismo. No hay democracia sin diarios que denuncien las injusticias y fiscalicen a los gobiernos. Casualidad o no, de golpe Bruselas se ha avenido a triplicar el número de refugiados que obtendrán asilo en Europa. ¿Lo hubiera hecho de haber censurado los medios la foto de Aylan?

Periodista