Conocido por librarse una de las batallas más estratégicas de la Guerra civil española, Belchite es una de las localidades más simbólicas de la provincia de Zaragoza. Fue villa con un núcleo de población de cierta entidad; llegó a tener dos monasterios y varias iglesias, pero su popularidad se debe al rastro que permanece como huella de la memoria de un pueblo destruido por las bombas. La población sobreviviente de la contienda aún permaneció bastantes años más en aquellas casas, en lo que quedó en pie, hasta que se trasladaron definitivamente en los años 60 al llamado Pueblo Nuevo, metáfora de humillación para los vencidos, aquellos prisioneros republicanos en estado de campo de concentración trabajaron en su construcción, su estética es testigo de la impuesta dictadura. En el pueblo viejo quedan los vestigios de aquella destrucción, pero el que hoy conocemos: un lugar fantasmagórico, escenario de múltiples películas, no es el que quedó tras la guerra civil, el estado actual se debe al abandono, su consolidación o conservación, aún habiendo sido declarado Bien de Interés Cultural, no se ha acometido --ya sabemos que esto de la cultura suscita poco interés, aunque sea un bien para todos--. Conservar el Belchite viejo antes de que muriera Franco, incluso en los posteriores años con una democracia incipiente, era impensable, pero con los sucesivos gobiernos democráticos, el haber mantenido los edificios más importantes, hubiera sido actuar con conciencia histórica patrimonial, al igual que se está haciendo actualmente con la memoria hacia los que murieron y fueron ignorados, también cabría que nuestro patrimonio cultural tuviese su reconocimiento a través de su conservación. Pintora y profesora