Para ganar la batalla de la opinión pública o la batalla del relato o la batalla de la legitimidad democrática, el Gobierno central y sus agente o delegados tendrían que poseer habilidades de las que carecen. Como se ve constantemente. ¿En qué cabeza cabe que la reunión organizada por Podemos en Zaragoza, con la presencia de centenares de cargos públicos, llegara a ser acosada y acorralada por unos centenares de personas, a quienes me abstengo de calificar porque ya se calificaron ellas mismas? Con fallos garrafales de ese tipo (¿o no son fallos sino reflejos condicionados?) es imposible sostener el prestigio del Estado de Derecho.

Como digo, en el Madrid político y mediático hay muchas personas dispuestas a comprar el argumentario del PP ante el desafío secesionista en Cataluña. Pero dicho argumentario, al evocar constantemente la fuerza de la ley desde una perspectiva que podría considerarse autoritaria, no es útil donde habría de serlo.

Y fíjense en que el independentismo, a su vez, se apoya en un discurso bien endeble. El domingo, la entrevista de Jordi Evole (impecable, implacable y exquisitamente profesional) puso de manifiesto la endeblez política de Puigdemont. Al ultranacionalista president se le vio ramplón, torticero, repleto de contradicciones, mentiroso y desde luego incapaz de entender qué es y cómo funciona la democracia. Patético. Un desastre. ¡Ay, madre!, pensé al escuchar sus torpes divagaciones, ¿y este es el personaje que pretende pasar a la Historia y liberar de la opresión a Cataluña? ¡Pero si es incapaz de explicar y justificar sus planes!

Los separatistas abrieron la polémica con ventaja. Estuvieron a punto de perderla cuando la mayoría del Parlament se saltó todas las reglas. La recuperaron al empezar los registros, las detenciones, las amenazas y la llegada de los piolines... Y ahora se aferran a ella (con la ayuda incluso de los buenos curas y monjes) para evitar que la realidad les alcance y les desmonte, como le pasó a Puigdemont, su jefe, al ser entrevistado sin trucos. Mientras, el 1-O se acerca. ¿Qué pasará? H