La gran manifestación constitucionalista en Barcelona ha marcado, obviamente, un punto de inflexión en la crisis y, por encima de todas sus virtudes -tolerancia, pacifismo, unidad-- supo mostrar al resto del mundo que España no duda de su configuración territorial ni política al extremo de entregar una parte de sí misma a los aventureros de Puigdemont.

El president catalán habrá sentido en lo más profundo la angustia de su duda existencial porque, hamletianamente, no es.Y no es porque ayer no fue a la manifestación, porque hoy no es el presidente de la mayoría de las catalanes y porque mañana, si no corrige el rumbo, no será nada.

Ser o no ser era la cuestión para Hamlet y también para este político profundamente errado en su ideología y en su praxis. Si sigue empecinándose, equivocándose, haciendo trampas con los votos, si Puigdemont declara hoy la independencia de Cataluña no habrá otra salida para él y para su locura nacionalista y totalitaria que la suspensión de la autonomía, privándose de sus funciones a los principales secesionitas --Carmen Forcadell, Junqueras y el propio Puigdemont, fundamentalmente-- .Tres locos a los que los intelectuales catalanes y españoles han retirado en bloque su confianza, junto con una enorme parte de la población, y ahora los empresarios. Sus apoyos son muy mediocres.

Josep Borrell, en su excelente discurso, denunció también, además de a los corsarios del PDeCAT, Esquerra y la CUP, a un medio de comunicación, TV3, como lo que realmente viene siendo hace muchos años, un panfletario altavoz de las consignas mal llamadas soberanistas (pues la soberanía solo reside en el pueblo español). Con dinero público, esa redacción ha convertido los sanos principios del periodismo moderno en una rémora tercermundista y bananera al servicio del poder.

Es de esperar que los aires constitucionalistas y democráticos abran las ventanas también de esas escuelas y colegios donde los profesores enseñan a odiar a España como si fuera una potencia invasora, formando futuros soldados de la intransigencia indepe y conculcando la historia, en base a esa grotesca corona catalano-aragonesa que hace reír o llorar, depende de como te coja el nuevo disparate de estos historiadores de pesebre.

No solo hay que apartar al Puigdi y a sus okupas. Hay que cambiar las bases de la comunidad vecina.