La confesión pública del que fuera presidente de la Generalitat catalana durante 23 años, Jordi Pujol Soler, de haber defraudado a Hacienda desde 1980 al no haber declarado una herencia de su padre, "ubicada en el extranjero", ha supuesto una auténtica bomba política. Pujol ha sido un símbolo de Cataluña y su influencia aún se mantiene en un mundo nacionalista que ha visto en las insinuaciones sobre irregularidades fiscales una maniobra para dañar el proceso soberanista. Sin que esta cuestión haya entrado en la vía judicial, la confesión es un duro golpe, por mucho que CiU hable de "una cuestión personal". Pero los problemas de los Pujol no son solo esos. El juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz investiga al hijo mayor del president, Jordi Pujol Ferrusola, por blanqueo de capitales, y un juzgado de Barcelona instruye el caso ITV, en el que está imputado otro hijo, Oriol, por cohecho y tráfico de influencias. Ante esta situación, a Artur Mas, a CDC, y a los Pujol se les abre un incierto futuro en un momento muy delicado, que puede dañar más la precaria situación de la aún principal fuerza nacionalista.