Intentar saber qué es lo que pasa por la cabeza de Vladimir Putin es tarea imposible. Durante los nueve meses desde que empezó la crisis de Ucrania, la escalada de tensión promovida por el presidente ruso ha tenido varios momentos de distensión, pero solo para volver a subir luego un nuevo peldaño. Las declaraciones del secretario general de la OTAN condenando enérgicamente a Rusia por su intervención cada vez más descarada en el este de Ucrania al lado de los separatistas son un indicador de la situación explosiva creada en el corazón de Europa. Putin sabe perfectamente que el mejor momento para mover sus fichas es cuando Occidente se muestra dividido. La semana próxima, en Gales, la OTAN celebrará su cumbre, y Ucrania ocupará un lugar de primer orden. Sería una buena señal que los 28 estados de la Alianza mantuvieran una posición compacta. Mientras Francia continúe con la venta de dos navíos de guerra a Moscú, mientras el Reino Unido haya aprobado más de 200 licencias para la exportación de armas a aquel país, mientras otros vayan por igual camino, Putin tendrá todas las de ganar, y Ucrania y Occidente, las de perder.