Los políticos de izquierda de la II República pretendieron elevar el nivel cultural de la población española. Existía una gran carencia de escuelas y de maestros. Según un informe encargado por Rodolfo Llopis a la Inspección, había un déficit de 27.151 escuelas, con un millón de niños sin escolarizar. En 1930 la tasa de analfabetismo del 32%. De los 23,5 millones de habitantes, casi 6 no sabían leer, ni escribir. Carencias en la educación de la mujer y en la formación del profesorado, etc. El primer gobierno republicano aprobó un plan quinquenal de construcción de 5.000 escuelas anuales. A fines de 1932 se habían creado 9.620 y en Aragón 422. Manuel Puelles Benítez afirma que desde 1922 a 1931 se crearon 8.665 plazas de maestros, un promedio anual de 962, durante la República 3.232 por año y con fuertes incrementos salariales.

Una iniciativa singular fue la de las Misiones Pedagógicas (MP), según el presidente de su Patronato, Manuel B. Cossío con el objetivo de: «Llevar a las gentes, con preferencia a las rurales, el progreso y los medios de participar en él… y así los pueblos todos de España, aun los apartados, participen en las ventajas y gozos nobles reservados hoy a las ciudades». La organización de una M.P. surgía de la propuesta de una zona misionable, por iniciativa de las Inspecciones de 1ª Enseñanza, Consejos Locales o Provinciales, miembros del Patronato o particulares. Se acompañaba de un informe con la descripción geográfico-económica de la comarca, población, comunicaciones, situación cultural y escolar, ambiente social, locales de actuación, hospedajes, fluido eléctrico, etc. Con estos datos, el Patronato decidía la salida de una Misión eligiendo el personal idóneo, cuya colaboración era libre y gratuita.

Veamos sus realizaciones. Se crearon bibliotecas escolares-toda escuela de primaria tendría una- y de adultos. En la Memoria de 1934 el número de bibliotecas creadas por el Patronato superaba las 5.000. Los libros preferidos por los niños eran de Grimm, Andersen, Swift, Poe, Verne y biografías. Los adultos se inclinaban por Galdós, Valera, Dickens, Tolstoi, Víctor Hugo y los clásicos Quevedo, Cervantes; por los poetas Bécquer, Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez. El funcionamiento de las bibliotecas estaba encomendado a Juan Vicens y a María Moliner.

El servicio de música llevaba, con el Coro de las Misiones integrado por estudiantes, las canciones y los romances populares recuperados; obras de grandes compositores como Beethoven, Mozart, Bach, Haendel, Schubert, Albéniz, Falla, Turina; canto gregoriano y lírica regional. En 1934 el Patronato había repartido 70 gramófonos en las escuelas. El cinematógrafo y las proyecciones fijas eran «los auxiliares más poderosos de la actuación misionera en los pueblos».

El Teatro del Pueblo dirigido por Alejandro Casona y Eduardo M. Torner. Iban en él estudiantes de Escuelas y Facultades, que en vacaciones recorrían los pueblos representando a Lope de Rueda, Juan de la Encina, Cervantes, Calderón, etc.

El Museo Circulante disponía de 2 colecciones, con copias de cuadros del Prado de Berruguete, Sánchez Coello, El Greco, Ribera, Velázquez, Murillo, Goya, etc. Y también reproducciones de grabados de Goya. El Museo llevaba gramófonos y altavoces para con la música hacer más atractiva la exposición, y a veces se decoraba de forma sencilla con plantas y cacharros. Al frente del Museo estuvieron Rafael Dieste, Luis Cernuda, Antonio Sánchez Barbudo y Ramón Gaya. Los dos últimos con 24 años estuvieron en Híjar en el verano de 1934, personajes de una categoría intelectual y humana impresionante, que debieron exiliarse. Sánchez Barbudo, un extraordinario profesor y crítico literario, con una inmensa bibliografía sobre Antonio Machado, Unamuno, Espronceda, etc; y Gaya, un gran pintor.

La tarea emprendida por los políticos de la II República no estuvo exenta de dificultades. Juan Vicens como inspector de Bibliotecas realizó 2 viajes a Aragón. En el segundo en 1934 se le unió Luis Buñuel. Resumo lo fundamental del informe sobre Híjar. «Encontré la biblioteca abandonada por parte de la Junta, que no se había reunido desde la inauguración. El único que se ocupa es el maestro D. Leoncio Fernández. Por parte del resto de la Junta hay abandono y hostilidad hacia la biblioteca. Parece que la gente pudiente de Híjar, si se hiciera propaganda intensa de la biblioteca, consideraría esto como actividad política subversiva. Tuve una discusión muy dura con el secretario del ayuntamiento, también miembro de la Junta. La biblioteca era usada sólo por un pequeño grupo de «gente bien» de Híjar y para leer se exigía una fianza de 5 pesetas para el préstamo el sueldo diario de un bracero era de 5,50 pesetas. No pude convencerles de que no se debía pedir fianza y la idea de dar libros a los campesinos, pobres,les parecía inadmisible. Entre tanto, veía en los ojos del secretario que se preguntaba todo el tiempo qué andaría yo buscando, pues no se explicaba que yo tomara aquello con calor, si no era por algún provecho personal ».