En tres meses de competición y 16 jornadas han quedado al descubierto los aciertos y los errores de la planificación del verano. El Real Zaragoza tuvo buena puntería deportiva y emocional con los regresos de Cani y Zapater, con la renovación de Lanzarote, con la apuesta por Fran, con la decisión de mantener a Ángel en la plantilla, la incorporación de algún hombre útil de apoyo como Edu García y, también muy especialmente, con el fichaje postrero de José Enrique. Y estuvo desatinado en la contratación del primer entrenador de la temporada por el bajo rendimiento que ofreció y, sobre todas las cosas, en el fichaje de Irureta, portero pensado como titular sin discusión y ahora segundo por su sinfonía de disparates, y en el tremendo desacierto en la elección de muchos de los jugadores de recambio, que apenas suman y habitualmente restan. Los casos de Bagnack y Casado son los más cercanos.

El Real Zaragoza está a seis puntos del ascenso directo y a solo tres partidos de que se abra la ventana que habilita a los clubs a salir al mercado de nuevo. Si la LFP da el visto bueno y aparece el dinero necesario, vía salidas de futbolistas o entrada de nuevos patrocinadores, la idea original de la SAD era buscar refuerzos en el medio, con alguien con capacidad creativa, y en el ataque, con un futbolista de un perfil diferente a lo que ya hay. En realidad, al Zaragoza le haría falta un hombre de calidad en cada uno de los puestos que conforman la columna vertebral de un equipo: portería, centro de la defensa, medio del campo y punta. Previsiblemente no habrá para todo, pero el tiempo ha revelado que inexcusablemente necesita a alguien que no despeñe el nivel cuando no están Cabrera o Silva y que les discuta el puesto.