Tras siglos de inanidad, Zaragoza está preocupada por transmitir las ideas de modernidad, convivencia y progreso. El gran proyecto de esta ciudad es la Expo 2008, que va a suponer un avance extraordinario en infraestructuras y va a dar a conocer Zaragoza al mundo. Construir una imagen así, amable y limpia, cuesta muchos años de trabajo de mucha gente. Tanto esfuerzo se pudo venir abajo el pasado sábado, cuando un puñado de memos y cobardes profirieron insultos racistas a un futbolista del Bar§a amparándose en el anonimato que propicia la multitud del estadio y en la impunidad y en el beneplácito de directivos que permiten que estos tipos sigan acudiendo libremente al estadio. Pero lo peor no fue que unos pocos gamberros insultaran con gestos y onomatopeyas racistas a ese jugador de fútbol, sino que muchos más, ciudadanos presuntamente serios y honestos, en vez de recriminar la actitud de los racistas y de acusarlos con el dedo para que, si la tienen, sintieran vergüenza, se sumaran de manera insensata al coro de improperios y provocaran que, en estos días, esta ciudad que pugna por ganar el futuro haya hecho el ridículo en media Europa. El Ayuntamiento de Zaragoza debería replantearse la construcción de la nueva Romareda. Nunca he entendido que entre todos subvencionemos a una sociedad anónima deportiva que paga muchos millones de euros a sus privilegiados trabajadores, pero mucho menos que en una instalación municipal se permita que campen a sus anchas presuntos racistas y confesos maleducados.

Profesor de Universidad y escritor