Nos dijeron que nuestra Transición política había sido modélica y la gran mayoría lo asumimos plenamente convencidos. Se estableció el régimen constitucional del 78. Por fin, los españoles podíamos disfrutar de una auténtica democracia, homologable a las del resto de los países más avanzados del mundo occidental. Tal novedosa situación política nos permitiría resolver de una manera dialogada y sin sobresaltos los problemas tan constantes en nuestra historia, que inevitablemente irrumpen en cualquier sociedad.

El primer sobresalto sobrevino con el 15-M, consecuencia en parte de la crisis económica iniciada en el 2008, que supuso una auténtica prueba de fuego para el régimen del 78, el cual pudo digerir con dificultades tal movimiento de protesta, y que supuso la ruptura del sistema bipartidista con la aparición de dos nuevos partidos de carácter estatal. Podemos con el propósito de una rectificación del régimen del 78. Por el contrario, Ciudadanos con el de apuntalarlo y resguardarlo, todo un ejemplo de gatopardismo, que supone cambiar algo para que nada cambie.

La segunda gran prueba de fuego para el régimen del 78, para nuestra democracia, esta de mayor envergadura ha sido y es la cuestión de Cataluña. Ya la repetición de las elecciones del 26-J tuvo que ver con ella. El dato es claro, cuando el catalanismo ha dejado de serlo, entendido como implicación en el destino de España, el régimen del 78 se ha visto sometido a una profunda crisis. Por primera vez en la democracia española los partidos políticos fueron incapaces de formar gobierno tras las elecciones del 20-D de 2015. Y tal circunstancia, es curioso, coincidió con el proceso soberanista catalán. Me sorprendió entonces extraordinariamente el constatar la poca preocupación de los españoles no catalanes con lo que estaba ocurriendo en Cataluña, como si la cosa no fuera con nosotros, reflejada en un ridículo porcentaje del 1,4% según las encuestas del CIS. Tal dato se explica porque los medios de comunicación durante estos meses entre el 20-D y el 26-J pasaron de puntillas sobre la cuestión catalana, e incluso la ocultaron. Esta actuación refleja una gran irresponsabilidad política, el ocultar un problema de gran enjundia, como es que una parte importante de la población de Cataluña ya había realizado un viraje irreversible hacia la independencia. Nos guste o no a los españoles: «El Estado español no tiene proyecto atractivo para una parte muy numerosa de la ciudadanía catalana». Y esta realidad algunos no quieren verla.

Ya tras los recientes, graves e imprevisibles acontecimientos en Cataluña parece que la población española se siente concernida por el tema. Ya era hora. El gran beneficiado de ella está siendo Rajoy. Rajoy ha ganado ya en España que narcotizada por la bandera, le resulta irrelevante la corrupción, la desigualdad, la precariedad, los ataques al Estado de bienestar. Como señala Santiago Alba Rico, «ha fertilizado España con veneno patriotero en el único país de Europa en el que no hace falta ser antifascista para ser demócrata y en el que, aún más, el antifascismo se criminaliza como radicalismo antisistema. Está logrando construir una mayoría social «española» desde el --hasta ahora-- minoritario discurso ultraderechista, dejando a un lado, invisible e interrumpido, el proceso de cambio que se inició el 15-M. Ha recuperado al díscolo Pedro Sánchez y su PSOE «de izquierdas, de vuelta al redil del régimen, para una previsible restauración consensuada y sin resistencias». Tal entrega y docilidad de Pedro Sánchez y del PSOE resulta dramática, ya que se aleja del mandato que le dieron sus bases. Sánchez ganó las primarias contra el aparato del partido y de los medios de comunicación con un programa con tres pilares que está incumpliendo: plurinacionalidad, acercamiento a Podemos y oposición real al PP. La plurinacionalidad ha quedado en mera retórica, el acercamiento a Podemos se ha convertido en hostilidad manifiesta y en cuanto a la oposición real al PP, esto es ya puro surrealismo, cabe recordar que el PSOE en su momento hizo a Rajoy presidente de España, y ahora acaba de hacerlo con el artículo 155 president de Cataluña también, donde con algo más del 8% del electorado, el PP es una fuerza marginal. En cuanto a Podemos se está reduciendo su electorado especialmente por su defensa del referéndum pactado, hoy criminalizado en esta marea de españolismo, además de por los ataques furibundos de los grandes medios de comunicación y de los propios errores de sus dirigentes.

Y Rajoy hasta ha sacado al Rey de su sombrerera, revitalizando la institución monárquica justamente deteriorada por su predecesor Juan Carlos I, para regañar y amenazar a la mitad de España. Es un genio. Apoyándose en la Cataluña torpemente insurrecta, está volteando la situación a favor del PP, que estaba contra las cuerdas. Y por ello probablemente convoque elecciones generales, que le proporcionarán una mayoría absoluta holgada y si no es así, ya acudirá Ciudadanos, que para eso lo crearon sus poderosos promotores. Según Alba Rico, la maniobra está siendo tan brutal --ha comprometido hasta tal punto todos los palillos ocultos del régimen del 78-- que en la próxima crisis caerán todos juntos y de golpe, incluida la monarquía. Pero para eso faltan --otra vez- unos cuarenta años. Realmente D. Mariano es un genio. H *Profesor de instituto