El pasado jueves, en un discurso pronunciado en Madrid en unas jornadas de directivos, Mariano Rajoy dio un sorprendente consejo a los jóvenes. Pásmense ante sus palabras: «Es importante manejarse en la vida, saber manejarse en situaciones difíciles. Saber decir que sí, saber decir que no, saber mirar hacia otro lado cuando hay que hacerlo». No, no se trata, aunque lo parece, de un monólogo del Club de la Comedia ni de unas frases del Teatro del absurdo o sacadas de una película de los hermanos Marx, sino de las recomendaciones del presidente de la nación a quienes desean labrarse un futuro.

Probablemente el señor Rajoy, no sé si de manera consciente o insensata (o ambas cosas a la vez, que también es posible), estaba reflexionando en voz alta sobre su forma habitual de actuar en política y en la vida. Porque este hombre es capaz de decir que sí y que no a la misma propuesta según le venga bien a él, o le interese en cada momento. Y porque en eso de mirar para otro lado tiene tanta experiencia y maestría que podría impartir un curso especializado.

Aunque intento encontrarlos por algún resquicio y pongo toda mi buena voluntad y mi mejor empeño en ello, no comprendo qué méritos, qué cualidades, qué virtudes ni qué capacidades tiene don Mariano para ser el líder indiscutible de su partido y para presidir el gobierno de España.

Los políticos, y más el presidente del Gobierno, deberían ser ejemplares en todo lo concerniente a lo público: en el manejo de la cuentas, en la transparencia, en dar explicaciones, en atender a los problemas de la gente, en evitar las injusticias, en promover la cultura, en combatir la corrupción… Pues bien, en mi opinión, el señor presidente no ha hecho nada de esto, y sigue sin preocuparle en absoluto. Lo ha dejado bien claro en su lamentable intervención del jueves: «Saber mirar hacia otro lado cuando hay que hacerlo».

No, señor Rajoy. Un líder político, un presidente demócrata, decente y digno, no pude decir que sí y que no según le convenga, ni mucho menos debe mirar hacia otro lado cuando está viendo la corrupción, la incompetencia y el saqueo de lo público. Un líder que se precie y que ame a su país debe afrontar los problemas, dar la cara, ser el primero en el esfuerzo y en la ejemplaridad, y el último en retirarse.

Me temo que si vinieran mal dadas, en vez de quedarse el último defendiendo una posición, Rajoy sería el primero en salir huyendo. Eso sí, lo haría con todo disimulo, mirando hacia otro lado. Algunos incluso aplaudirían.

*Escritor e historiador