La exhibición de músculo ha sido la marca con la que la tiranía de Corea del Norte se ha dirigido al mundo desde la división de la península en 1945. Los golpes de efecto de Pionyang se saldaban con ayuda económica y alimentaria de las grandes potencias, que así frenaban temporalmente la escalada militar y compraban al Kim de turno la paz social. El primer interesado era el vecino chino, temeroso de un flujo masivo de norcoreanos en caso de inestabilidad. Con la llegada al poder del tercer Kim de la dinastía comunista (2011), el régimen ha acelerado la producción de artefactos de guerra, culminada con el lanzamiento de un misil intercontinental que podría alcanzar Alaska, es decir, EEUU. El impredecible Kim Jong-un tiene enfrente a un dirigente también impredecible. Donald Trump respondió al penúltimo desafío enviando a la zona un grupo naval de combate. Ahora lo ha hecho con maniobras conjuntas con fuerzas surcoreanas. Creía haber encontrado apoyo en Xi Jinping, pero es objeto de una pinza de Pekín y Moscú. La capital china pide la congelación simultánea de toda demostración nuclear norcoreana y de los ejercicios de EEUU y su aliado surcoreano. La rusa exige la desnuclearización de la península, del norte y del sur. Estas exigencias ponen a Trump en posición de debilidad mientras permanecen los riesgos que plantea un tirano megalómano.

Dos horas y media, ahora, frente a los 20 minutos de la cita anterior. La comparación de la duración de las dos últimas entrevistas entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez demuestra cómo han cambiado las cosas en la relación entre los líderes de los principales partidos españoles tras la recuperación por el segundo de la secretaría general del PSOE. Rajoy y Sánchez abordaron ayer sobre todo el conflicto con Cataluña y algunos temas internacionales, sin tratar las cuestiones, como la economía, donde mantienen mayores discrepancias. Sobre Cataluña hay un «acuerdo sustancial» para oponerse al referéndum anunciado por el Govern para el 1 de octubre y a cualquier iniciativa que viole la legalidad. Ahora bien, Sánchez reclamó a Rajoy que abra «vías de diálogo» con la Generalitat y que adopte actitudes activas para desencallar el conflicto, es decir, la tan demandada solución política que complemente el recurso a la vía judicial para abordar el encaje de Cataluña en España. Aunque Rajoy no vea fácil la celebración en las actuales condiciones de una entrevista con el president Carles Puigdemont, es posible intentar otras vías de entendimiento, como propone el PSOE, que anuncia «iniciativas legislativas» si no se produce el diálogo. Lo que no es de recibo es primar la estrategia de la confrontación, como parecen hacer el Gobierno del PP con su inmovilismo y el Govern con su desafío permanente a la legalidad.