El próximo 16 Adrián Moreno ingresará en la cárcel por utilizar, sin carnet de usuario, una bicicleta de alquiler en Sevilla. Ocurrió hace siete años cuando, recién cumplidos los 18, el muchacho decidió acortar el camino a casa tras una noche de copas con los amigos. De nada han servido los esfuerzos de su abogado para que Adrián sea considerado un delincuente primario y pueda saldar su deuda con la sociedad con trabajos sociales o con una multa. El juez lo enchirona sí o sí pese a que Adrián es hoy un responsable padre de familia que se gana la vida como cocinero en un restaurante sevillano y con la madre de sus hijos en el paro. C'est la vie en este país que asiste estupefacto al estupendísimo trato judicial a Rodrigo Rato, imputado por delitos fiscales, blanqueo de capitales y corrupción, a quien un juez misericorde le retiraba el pasaporte mientras mandaba al calabozo al testaferro y a la fiel secretaria del antaño todopoderoso vicepresidente del Gobierno, presidente del Fondo Monetario Internacional y de Bankia. Me juego algo a que si Adrián hubiera contado con uno solo de los abogados de Rato su defensa se centraría en el enfermizo afán que tienen las instituciones públicas por inflar las facturas, porque una bicicleta de alquiler municipal, desganguillada y suelta --se la llevó porque no estaba anclada-- no vale ni de coña los 1.200 euros que reclama la acusación. La moraleja no puede ser más perversa: si has de robar hazlo a lo grande, a lo sideral, no podrás viajar por el mundo pero Suiza seguirá siendo tu mundo.