Cuanta razón tiene Manuel Giménez Larraz, hijo del presidente del PP de Aragón asesinado por ETA hace 17 años, cuando asegura que la banda ha vivido una «disolución judicial», pero no una «disolución voluntaria». Para el hijo de Giménez Abad, el final de la banda terrorista se debe al pulso «firme» que el Estado de Derecho (instituciones, fuerzas de seguridad y sociedad misma) ha mantenido por décadas. La razón ética y moral está del lado de los que no mataron, secuestraron, extorsionaron o aplaudieron a asesinos tan despiadados como cobardes. Por más que hayan planteado un simulacro de despedida, ni los terrroristas ni sus corifeos han superado su cinismo, incapaces siquiera de pedir perdón.