Lo que se va viendo, que cada vez es más, es que Natxo González tendrá que ejercer de sargento de hierro para hacerse entender entre un alumnado que se distrae con una mosca en labores defensivas. El técnico fue contratado precisamente como experto en echar el cerrojo con sus equipos, pero el nuevo Real Zaragoza tiene una tendencia natural a adelantar posiciones olvidándose de mirar el retrovisor. Cuando logra pisar el acelerador con precisión, compone jugadas notables. En caso de no resolver, se queda enganchado en las nubes y no baja. Accidente mortal. Puede que el entrenador no disponga de la materia prima adecuada para impartir su lección y que sea comprendida. Desde luego necesita un central sí o sí, porque en ese puesto sólo Grippo parece tener un nivel adecuado. En Tarragona, el Nástic disolvió cuando quiso un azucarillo con mucho balón en la primera parte y nula disposición para utilizar la marcha atrás. Los catalanes se limitaron a contener el atropello por dentro de su rival y a salir al contragolpe como quien organiza una dulce aventura senderista. Carreras aplicó lo práctico y a González se le descompuso la teoría.

Pombo, Papunashvili y Buff formaron por detrás de Borja, que pasó desapercibido salvo por el gol de penalti que supuso el empate y el final de su sequía en citas de importancia. El trío de compositores saben tocar bonito, sin duda, aunque a la hora de profundizar, el desborde es blando y las decisiones, no siempre las mejores. El Real Zaragoza se empezó a descoser por la calidad mal entendida, en ocasiones del adorno inútil. Pombo y Papunashvili abandonaron en mitad del océano a Alberto y Ángel, y el suizo se ahogó frente a un espejo donde no dejó ni huella de su respiración. En ellos, y en Borja, debe iniciarse el trabajo industrial que exige esta categoría, lo que quiere con buen criterio el técnico. El taller de reparaciones ya tiene inquilinos.

El Nástic remó a favor de su experiencia, oficio y mejor interpretación de sus defectos y virtudes. Fue un equipo. Los abismos laterales le permitieron adelantarse en el marcador en dos ocasiones, ambas con Maikel Mesa, mediocentro, como ejemplar protagonista de un par de contraataques de manual. Zapater y Eguaras no mezclaron bien, y cuando entró Febas por el navarro pidiendo paso para una posición que le viene aún demasiado grande... Era la recta final y los cambios provocaron un desbarajuste monumental que no aprovechó el Nástic, con superioridad por expulsión del joven Leto, para hacerse más inalcanzable en el marcador. No fue una derrota humillante, no. Sin embargo tuvo muy mala pinta con la competición de verdad a la vuelta del calendario. Natxo González está frente a un dilema: construir o reciclar. Los futbolistas tienen la última palabra. O atienden al maestro o la mosca será un tiburón.