Todo escritor sabe que nunca hay paz en su trastienda, donde ladran los perros del sótano (Nietzsche), que los complejos, los deseos ocultos, las inseguridades, la materia oscura de la creación se va amontonando como un género fuera de temporada, difícil de vender, pero propio de uno, al fin y al cabo.

Es lo acaba de hacer Ignacio del Valle en la librería Portadores de sueños: abrir ese habitáculo a sus lectores para que vean, lean el sustrato de sus criaturas y lecturas, el magma de sus volcánicas novelas, los ríos subterráneos que discurren bajo las limpias praderas de sus diálogos y las claras escenas de sus thrillers y novelas negras. Índigo mar (Pez de plata) es una novela, ciertamente, pero se sale por completo de la línea del autor, proponiéndonos un viaje a su esencia más desconocida.

Que está, como un bajel a la deriva, arbolada por los arquetipos de Jung, cuyos arborescentes relámpagos de furia, lucidez y deseo se extienden a la luz de la tormenta en ese océano de color oscuro donde no existe la estabilidad, donde incluso las islas van a la deriva (por parafrasear a otro inestable, Hemingway). A una de esas islas, en algún lugar de los mares de la creación, llegará Pablo, un escritor en fase de bloqueo. Pensará, ingenuamente, que la fresca brisa y el vivo paisaje desentumecerán sus neuronas, pero esos puertos y barcas, esas casas y plataformas petrolíferas simplemente no parecerán reales, no lo serán, sino productos de la imaginación bloqueada del autor, en un proceso inverso donde la realidad se ha hiperbolizado y la ficción transformado en deseo.

Poco a poco, Pablo se irá sumergiendo en esa profundidad índiga de sus pesadillas, para hacernos ver las criaturas que pueblan sus sueños submarinos. Hombres extraños, de rostros pálidos y costumbres errantes discurrirán a su lado como buzos en enigmáticas profundidades, y las mujeres, cuando aparezcan, lo harán entre las dos aguas de la realidad y la ficción, en la trastienda del deseo, junto a panteras y perros de un hambre sexual, en índigos mares voracidad de náufrago.

Una novela extraña, intensa, bellamente ilustrada por Miguel Navia, que nos abre las compuertas al submarino de un gran navegante de ficción. No se confundan los pasajeros que suban a bordo si ven a Nemo con una sirena en lencería, tales visiones pueden acaecer cuando falla el oxígeno por exceso de talento.