La elección del secretario general del PSOE con el voto individual y secreto de los militantes, es una lección de democracia para todos los partidos que antes o después deberán aplicarse de una u otra forma. Tanto la alta participación, el 65%, como la nitidez del triunfo, el 49% de los votos emitidos, a trece puntos del siguiente contrincante y la pulcritud de la campaña, demuestran que los miedos del aparato a la participación de los militantes, son más fruto de su temor a perder el confort que produce vivir sin arriesgar políticamente que al imprevisible comportamiento de los militantes.

La explosión democrática de las bases y su claro posicionamiento a la izquierda de sus dirigentes, ha chocado con su silencio sepulcral ante las tres opciones, mientras se daba una soterrada pugna por colocar en mejor posición la opción más conveniente para sus intereses: una cosa es la neutralidad y el respeto a los candidatos y otra no pronunciarse públicamente sobre ellas, porque da la impresión de querer "nadar y guardar la ropa" o carecer de criterio sobre sus propuestas.

El nuevo líder adquiere tras este proceso una legitimidad inédita para dirigir el partido, el problema está en cómo la utilizará y el grado de influencia que dará a los diferentes dirigentes. Sabiendo que la clave de bóveda del proyecto de renovación interna pasa por las primarias abiertas en noviembre, encontrar el equilibrio entre sus compromisos adquiridos en campaña con las conveniencias de los barones para las elecciones municipales y autonómicas será su primera prueba de fuego. Salvo poderosas razones que justifiquen un cambio, retrasarlas o eliminarlas puede parecer que es pago a los apoyos o a las conveniencias del momento.

Abrir este debate a las pocas horas del recuento de votos sin haber sido confirmado en el congreso es poco elegante, denota excesiva presión de quienes le apoyaron y débil convicción de quien lo permite.

"No se puede articular un partido para que los dirigentes sobrevivan" decía Rodríguez Ibarra; entre otras cosas porque los ciudadanos nos seguirán dando la espalda. De ahí que para recuperar su confianza haya que apostar por la coherencia y el respeto a la palabra dada, por la transparencia interna y la participación democrática, todo lo contrario al culebrón que estamos viviendo estos días. El proceso interno vivido el domingo pasado traslada a la sociedad el deseo de renovación, pero las primarias abiertas son el paso para acercarnos y abrirnos a ella, con ellas se quiere dar a la ciudadanía potestad en la elección de nuestros candidatos, son dos procesos interrelacionados al encuentro con nuestros votantes.

El PSOE es clave en el actual sistema de convivencia, lo fue en la transición y también en la construcción del Estado del bienestar, ese que parece ha estado ahí siempre tiene el reto de reinventarse, de seguir siendo referente para frenar a quienes siguen empeñados en desmantelar el Estado porque piensan que limita el desarrollo individual por un lado, y de quienes desde su izquierda ofrecen el mismo programa de siempre a pesar de que siempre haya fracasado.

El populismo y la demagogia con los que el PP afronta la crisis y la regeneración democrática exigen combatirlos con altas cotas de confianza y credibilidad por el primer partido de la oposición. Lo realizado el domingo es un paso pero quedan muchos más y entre tanto el tiempo pasa y si seguimos consintiendo que la velocidad de cambio exterior exceda la velocidad de cambios en el interior del partido, la desafección de nuestros votantes aumentará.

Decía A. Gramsci que "en cierto momento de su vida histórica los grupos sociales se separan de sus partidos tradicionales. Esto significa que estos partidos con la forma de organización que representan y con los dirigentes ya no son reconocidos como expresión propia de su clase o de una fracción de esta".