La crisis ha generado un sentimiento de indignación hacia la clase política, en gran parte justificado por su incompetencia y corrupción. Las encuestas nos recuerdan un día tras otro que es nuestro principal problema. Esta crítica no es novedad, siempre ha existido. Que exista es una prueba de una sociedad madura democráticamente. Lo novedoso quizá sea, merced al poder multiplicador de la red, el que ha alcanzado tales límites, que puede hablarse de auténtico linchamiento. Por ello, sorprende que todavía haya candidatos para una actividad tan criticada y tan escrutada. Mas, deberíamos andar con tiento, al emitir de una manera generalizada: "todos son iguales", "son demasiados", "que dimitan todos", "no nos representan"... Estos reproches no son totalmente falsos, pero tampoco del todo verdaderos. Existen muchos que acuden a la política para prestar un servicio a la comunidad, como lo hacen muchos alcaldes en sus pueblos.

Justificadas las críticas hacia la clase política, tampoco nosotros estamos exentos de culpa de la situación política actual, aunque no lo reconozcamos por falta de sinceridad y de hipocresía. La crítica generalizada hacia los políticos nos permite librarnos de algunas críticas que, de no existir ellos, tendríamos que dirigir a nosotros mismos. ¿De dónde han salido nuestros políticos? No han venido de Marte. En nuestra sociedad se producen unas curiosas paradojas. Criticamos a nuestros políticos por su incapacidad para el diálogo, lo que imposibilita el que no tengamos gobierno, y luego castigamos electoralmente más a los partidos que han hecho más esfuerzos para alcanzar tal objetivo. Nos quejamos amargamente de la corrupción de los políticos y luego les votamos. ¿Cómo es posible que una clase política tan incompetente y corrupta haya surgido de una sociedad tan pura e inmaculada? Si los políticos lo hacen todo tan mal, no puede ser que el pueblo lo haya hecho todo bien. ¿No será que nos servimos de los políticos como chivos expiatorios de todos nuestros traumas y problemas?

Señala Daniel Innenarity en La política en tiempos de indignación, que en el menosprecio a la clase política se cuelan no pocos lugares comunes y descalificaciones que muestran una gran ignorancia sobre la naturaleza de la política y propician el desprecio a la política como tal. A estos críticos les deberíamos recordar que siempre que impugnan algo tenemos derecho a exigirles que nos diga qué o quién ocupará su lugar. No ocurra aquello de la paradoja del último vagón. Se trata del chiste relacionado con unas autoridades ferroviarias que, al descubrir que la mayoría de los accidentes afectaban al último vagón, decidieron suprimirlo en todos los trenes. ¿Hacemos lo mismo con la clase política? ¿La suprimimos toda? Si hablamos de su incompetencia, favorecemos que sean los técnicos los que se apoderen del gobierno. ¿Queremos a tecnócratas como Monti o Draghi? Deseamos en el Parlamento a los mejores, pero no estamos dispuestos a pagarles un sueldo digno, con lo que solo puedan hacerlo los ricos. El movimiento cartista en la Inglaterra del XIX entre sus exigencias llevaba una clave para democratizar la política y evitar su monopolio por la aristocracia: "Sueldo anual para los diputados que posibilitase a los trabajadores el ejercicio de la política". Los poderosos tienen otros medios para apuntalar sus intereses, por ello sorprende que pongamos en peligro esta gran conquista de la igualdad de acceso a la política con algunas propuestas. Exigimos las listas abiertas, y solo un 3% de los electores utiliza las ofrecidas en el Senado.

La política y los políticos son necesarios. Los que no los necesitan son los poderosos. En un mundo sin política nos ahorraríamos algunos sueldos, pero perderían su representación los que no tienen otro medio de hacerse valer. Tales prejuicios sobre la política, según Aurelio Arteta, son una reminiscencia del franquismo y conducen a que una actividad se considera execrable, porque se ha politizado y no hay que politizar las cosas. Dejando la vida privada al margen, debemos politizar todo aquello que nos afecta como miembros de la polis. ¿No debe someterse al debate público, de todos los ciudadanos, por ejemplo, nuestras pensiones, nuestra educación o el sistema fiscal? Cuando se quieren eliminar del debate político, es que detrás debe haber algún interés bastardo. Somos seres tanto más libres cuanto más politizados. Por ello, la izquierda debería politizar frente a una derecha que no le interesa el tratamiento político de los temas. La derecha dominante en Europa promueve la despolitización y se mueve mejor con otros valores (eficacia, flexibilidad, competitividad, crecimiento, tecnocracia...) Lo que la izquierda debería hacer es luchar contra la dictadura del sistema financiero, los expertos que reducen el espacio de lo que es decidible democráticamente, y el predominio y frivolidad de los medios, y así recuperar el protagonismo de la política. El auténtico combate que se dilucida hoy es entre los que aspiran a que el mundo tenga un formato político y a los que no les importa que la política se convierta en algo irrelevante. La defensa de la política es la gran tarea de la izquierda, de no hacerlo, esta se juega su propia supervivencia. Profesor de instituto